* Judas oficiales
Antes eran los árbitros, a los que Armando Nogueira —periodista brasileño— llamó, con tino de apache, “buenos ladrones crucificados en medio de dos cristos”. Ahora es el VAR el judas oficial del espectáculo… sobre todo porque los que pierden suelen endosarle la culpa de sus derrotas.
Atribuir un resultado adverso a aciertos del adversario, rara vez ocurre. Atribuirlo a errores propios, en cambio, es muy frecuente… Lo más común, empero, desde que el VAR apareció en escena, es que las adversidades se atribuyan no precisamente a decisiones del árbitro y/o sus colaboradores, tras revisar las tomas de las cámaras de televisión, sino a supuestas intromisiones; a delaciones de “chismosos” que presuntamente se extralimitan en sus atribuciones al aportar opiniones a raíz de las cuales, por ejemplo, se señala un penalti que eventualmente, al convertirse en gol, cambia el resultado de un partido.
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Fueron, por citar ejemplos concretos de la jornada más reciente, los casos del penalti señalado a favor del Atlas en el partido del sábado ante “Tigres”, en Monterrey —convertido por Jeraldino en el gol “de la honrilla”, como decían los cronistas de antes, para su equipo—, y del señalado a favor del Guadalajara ante el Toluca, convertido en gol por “Chofis” López.
El primero, al final de cuentas, fue intrascendente… aunque, por momentos, alimentó la ilusión de que los rojinegros rescataran, a su estilo, un resultado positivo para la causa. El otro, en cambio, sirvió de pretexto para que Chepo de la Torre —“genio y figura…”— se quejara de que los silbantes y sus auxiliares del VAR han llegado, de quisquillosos, al extremo de que “parece que estuviéramos jugando a las muñequitas”.
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Ni los árbitros, antaño, ni el VAR, actualmente, son moneditas de oro “pa’ caerles bien a todos”. La aplicación de la tecnología, incorporada a las Ligas más importantes del mundo, ha permitido, como lo subrayan las estadísticas, enmendar errores que de otra manera hubieran incidido de manera irremisible en el trámite de los partidos: penalties, expulsiones, goles en que la decisión inicial del silbante se modificó merced a la posibilidad de revisar, con cierta calma, desde diversas perspectivas, lo que antes tenía que juzgarse en fracción de segundos.
En casi todos esos casos, por cierto, a favor de la verdad y la justicia deportiva… aunque a muchos —a la hora de la derrota, principalmente— les duela reconocerlo.