* Hermanos mayores
Superado -tan dramática y angustiosamente como se quiera- el gran escollo que fue Costa Rica en los cuartos de final de la Copa Oro, todo hace suponer que, como el diablo en persona no meta la cola, México y Estados Unidos serán, el próximo domingo, los finalistas de la edición 2019 de la Copa Oro.
Normalmente, en efecto, México y Estados Unidos deben ratificar, mediante sendas victorias en sus compromisos programados para esta noche, ante Haití y Jamaica, respectivamente, su calidad histórica de “hermanos mayores” en el área de la Concacaf.
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Hasta ahora, los dos más viables candidatos a finalistas llevan marca perfecta -cuatro victorias en otras tantas apariciones-… con un plus a favor de los norteamericanos: que no han admitido un solo gol en su marco, y que probablemente así lleguen a la previsible batalla definitiva.
Los triunfos sobre Guyana (4-0), Trinidad y Tobago (6-0), Panamá y Curazao (ambos por 1-0), invitarían a aseverar que los estadounidenses se están comiendo crudos a los niños… si no fuera porque la debilidad de los adversarios enfrentados hasta ahora es pública y notoria.
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Sin dejar de reconocer los errores en que ha incurrido en el aspecto defensivo, que complicaron el trámite de los dos últimos partidos -ante Martinica (3-2) y Costa Rica (1-1 en tiempo normal y 5-4 en series de penalties)-, a México se le ha encomiado principalmente la continuidad en las alineaciones y en el sistema de juego. Algo comprensible, a partir de las comparaciones -odiosas… pero inevitables- entre los métodos del anterior técnico nacional, Juan Carlos Osorio, caracterizados por las “rotaciones” (que muchos le cuestionaban… pero que le dieron -en la eliminatoria para el Mundial de Rusia-2018, principalmente- los resultados apetecidos), con los del actual timonel, Gerardo Martino.
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Si las cosas continúan por el mismo derrotero que llevan hasta ahora, ya se verá, precisamente en la batalla decisiva de la guerra futbolera en curso, si la fórmula utilizada hasta ahora por Martino es la más pertinente… sin perjuicio de que en esa batalla el “Tri” muestre las variantes tácticas y estratégicas adecuadas para salirse de su propio script cuando las circunstancias así lo determinen, y no facilitar la aplicación de antídotos por parte de los rivales que para entonces habrán tenido cinco oportunidades de observarlo por todos lados.
Lo malo de jugar siempre igual... es que los rivales aprenden.