* “Grandes hitos”
Dos “grandes hitos” -con la venia de Les Luthiers-caracterizaron a la octava jornada del Torneo de Apertura. Y los dos (“’ai pinchemente”, diría Juan José Doñán), a cuenta de los equipos tapatíos…
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Uno fue la campanada más clamorosa de la jornada… y una de las más sonoras en lo que va del campeonato: la victoria (3-0) del Atlas sobre el América, a la que los vencidos podrán poner todas las excusas que quieran (ya se sabe que “desde que se inventaron los pretextos…”), pero fue, como las cifras lo manifiestan, legítima y rotunda.
Claro: también fue sorpresiva. Ni siquiera el argumento de que los capitalinos llegaban a ese partido con varios titulares ausentes por lesiones y otros motivos, fue en detrimento de su calidad de favoritos. Llegaban con la aureola de invictos; están en todas las quinielas, entre los aspirantes más formales a ganar el título; tienen plantel como para enfrentar las contrariedades propias de todas las competencias… Además, no en balde se dice que “más tiene el rico -por el América- cuando empobrece, que el pobre -por el Atlas- cuando enriquece”.
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Se había hablado, en vísperas de ese encuentro, de las atávicas peculiaridades del Atlas. Una de ellas, la de equipo “gitano” o “caganchesco”; imprevisible, pues; capaz, muchas veces, de ganar partidos “imposibles”… e incapaz, otras tantas, de ganar cotejos que parecían “robados”.
Es de suponerse que el América se levantará, a la brevedad, del doloroso tropiezo del viernes. La gran incógnita es cuánto tiempo pasará para que el Atlas se reencuentre con su espejo diario.
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Los hitos del Cruz Azul-Guadalajara -que ocasionó, en lo futbolístico, más bostezos que alaridos- se reflejaron en el marcador…
Si los “Cementeros” lo inauguraron con una obra maestra de juego colectivo, los rayados pusieron la cereza en el helado con una obra maestra de juego individual. La primera fue el contragolpe, tras un tiro de esquina favorable a las “Chivas”, que nació en los pies de Alvarado, continuó en los de Pineda y terminó con el disparo de Jonathan Rodríguez. La otra fue el tiro libre cobrado por Ponce: disparo con teodolito, desde 25 metros, por encima de la barrera, con la puntería y la fuerza necesarias para hacer del vuelo de Chuy Corona el complemento coreográfico perfecto: lo único que hacía falta para subrayar que por oficio y esfuerzo del portero no quedó.