* Ganó el mejor
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En efecto: la lógica propone, y la aplicación dispone…
Si, como era previsible, la obligación de tomar la iniciativa correspondía a los rojos por la exigencia implícita de ser locales y a raíz de la victoria de los “Guerreros” en el partido de ida, los coahuilenses asumieron la parte que les correspondía: la pelota para el adversario, la cancha para ellos.
Así, a pesar del dominio territorial toluqueño, el control del partido correspondió a los visitantes. Indicio claro de ello, la incapacidad del Toluca para pasar del juego envolvente al penetrante.
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Cuando Furch abrió el marcador —y acrecentó la ventaja lagunera en el marcador global—, Orozco, en el marco visitante, había sido simple espectador en el partido. Espectador en butaca de ring-side, sí… pero espectador al final de cuentas.
Para meter presión, cerradas las vías de acceso al área visitante por el orden y la aplicación no sólo del bloque defensivo sino de los 11 jugadores que en todas las zonas del campo contribuyeron a realizar un trabajo casi perfecto a base de orden, esfuerzo y disciplina táctica irreprochable, los rojos apelaron a recursos como el “ollazo” —uno de Sambueza, cabeceado a la izquierda por Uribe— o los disparos de media distancia del mismo Sambueza y Quiñones, resueltos con atingencia ejemplar por Orozco.
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A cambio de las vanas intentonas de los rojos, Izquierdoz, del otro lado, estuvo a punto de darles la puntilla con un remate frontal al poste derecho.
Siboldi —quien, por cierto, hace historia al conseguir el campeonato en su primera campaña como titular en el puente de mando— bajó virtualmente la cortina cuando iban apenas 55 minutos. Contraviniendo la regla de no tratar de componer lo que parecía funcionar bien, hizo los cambios que robustecieron la solidez de su cuadro bajo y tornaron más sombrío aún el panorama para los “Diablos”.
Hauche, en dos ocasiones, tuvo el gol en sus pies. La primera vez (minuto 78), en el área, puso la pelota en órbita. La segunda (minuto 80) acertó al comparecer puntual en el balón centrado por Sambueza y peinado por Ríos.
Era demasiado tarde. Se necesitaba un milagro… y éstos rara vez se dan a favor de los “Diablos”.
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Colofón: no ganó el favorito; ganó el mejor… (como de costumbre).