* “Futbol es paciencia”
Sigue vigente el axioma que Bela Guttman -técnico húngaro, sabio y trotamundos del futbol- acertó a condensar en tres palabras: “Futbol es paciencia”…
América y Cruz Azul plantearon los dos partidos de la Final aferrados a la misma premisa: tratar de no equivocarse… y estar atentos a la posibilidad de capitalizar, si llegara a presentarse, el poco probable error del adversario.
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Para que la porfía americanista fructificara tuvieron que pasar 140 minutos: 90 del partido de Ida y 50 del de ayer. Fue hasta entonces que los “Cementeros” cometieron los pecados defensivos que propiciaron el gol que despejaría el camino para que surgiera un ganador sin tener que llegar al desenlace que parecía cantado: las series de penaltis como corolario de una Final que se había significado, hasta entonces, porque el espectáculo había sido inversamente proporcional a las estrategias. O sea, prácticamente nulo.
En la pifia que resultaría determinante participaron Corona al realizar un saque de meta en corto y por el centro -contraviniendo las instrucciones del librito, pues-, y Marcone al permitir que Peralta le robara el balón y lo pusiera en los pies de Edson Álvarez.
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Edson sería, por cierto, a la hora del balance, el instrumento del destino para la victoria y la consiguiente coronación americanista. Ausente en el partido de Ida, las lesiones de Uribe y Martínez le permitieron aparecer ayer en la alineación. El resto lo hicieron el destino… y su personalidad para convertir en goles los dos balones a modo que tuvo en sendas incursiones ofensivas. Éstas, en teoría, estaban fuera de programa, porque la función específica del que terminaría siendo héroe en la conquista del título, parecía circunscribirse al aspecto defensivo.
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De la aplicación del América para acechar primero y cazar después la ocasión que el multicitado destino le pusiera a modo, no hay duda. De sus merecimientos para convertirse en el principal acaparador de títulos en el futbol mexicano -cero y van trece-, superando al Guadalajara, tampoco.
El Cruz Azul, por su parte, tendrá que cargar un año más con el sambenito de la supuesta maldición y los supuestos fantasmas acumulados desde su última incursión a la gloria, hace 21 años ya. Pocos recordarán, en poco tiempo, que este capítulo de la historia se escribió porque “errar es de humanos” -díganlo si no Barovero, Saldívar y ahora Chuy Corona-, y, más particularmente…, de porteros.