* “Fracaso”
Tras la derrota ante Alebrijes de Oaxaca, en el Estadio Azteca, que arruinó por completo el propósito de ganar nuevamente el Torneo de Copa, Pedro Caixinha, técnico del Cruz Azul, dio la cara… y aprovechó el viaje para disparar un torpedo verbal a los reporteros erigidos en pelotón de fusilamiento:
-Hay que asumir la derrota; asumir lo que les gusta mucho a ustedes, que es la palabra fracaso.
Ricardo Peláez, director deportivo del club, también dio al episodio, sin atenuantes, el rango de fracaso…
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El vocablo se utiliza a veces con liberalidad excesiva, con el ánimo perverso de colocar una sobrecarga de culpa o de vergüenza sobre las espaldas de quien sufre una derrota… especialmente si esa derrota reviste una trascendencia extraordinaria, como es el caso. Se habló de fracaso cuando el Monterrey, en su estadio, no pudo impedir la coronación de los “Tigres” en el Torneo de Clausura del año antepasado. Se aplicó el mismo calificativo a la incapacidad del Guadalajara para clasificar a la “Liguilla” en los tres torneos siguientes a su última coronación, proclamada por alguno de sus dirigentes como “el nacimiento de un nuevo ‘Campeonísimo’”. Y así sucesivamente.
Considerando que fracaso es -diccionario en mano- “falta de éxito o resultado adverso”, toda derrota es, en sentido estricto, un fracaso. Lo de menos es que, en el deporte -en todos los deportes-, la derrota es, muchas veces, un episodio, y en el caso de los deportistas o de los equipos sobresalientes, que de ordinario se hablan de tú con la victoria, se limita a ser una anécdota; o, si se prefiere, la excepción que confirma la regla.
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La del Cruz Azul, sin embargo, es otra historia. Sus malquerientes intentan emparentarlo con el Atlas, por los años que pasan sin que reverdezcan los laureles que se marchitan en sus vitrinas… aunque haya su diferencia entre los 22 años transcurridos desde el último título de los “Cementeros” y los 69 desde el que justifica la estrella solitaria sobre el escudo rojinegro.
Por lo demás, no es lo mismo que “fracasen” los equipos que entran a la “Liguilla”, por ejemplo, aprovechando las facilidades del sistema de competencia para colarse a la “fiesta grande”, como por ahí le dicen, a que lo hagan los que llegan a la misma con etiqueta de grandes favoritos.
Como entre los perros, también entre los “fracasados” hay razas.