* ¿Fracaso?
¿Qué fue más noticia: la decimotercera coronación del América, o la enésima frustración del Cruz Azul…?
En lo que unos celebraban -en todo su derecho, por lo demás-, otros, con menos estrépito ciertamente, se lamían las heridas... o hacían leña del árbol caído. Algo que, bien visto, a fuerza de haberse vuelto repetitivo, ya no es noticia.
*
Vale reiterar la observación de que, hasta el minuto 50 del partido del domingo, no sólo no se vislumbraba un claro ganador. Hasta ese momento, ni América ni Cruz Azul habían hecho mayores merecimientos para el título. Ambos habían sido parecidamente grises…
Hasta antes del pecado mortal de Corona y Marcone, castigado con la trascendental penitencia que consta en actas, quizás la mayor aproximación a la victoria -por no decir “la única”- había sido el cabezazo de Domínguez, en los primeros minutos del partido de ida, resuelto por Marchesín en un alarde de reflejos.
*
Ni el Cruz Azul fue un equipo medroso, ni el América se significó por su audacia. Los dos se suscribieron a la misma fórmula, esencialmente basada en la cautela… o en la prudencia, como prefiera denominarse. Una prueba de ello, la calidad de meros espectadores que Marchesín y tuvieron durante casi todo el partido. Otra, que Peralta y Martín, en La Esquina de los Rudos -ya sobre los hechos consumados-, fueron casi tan inoperantes como Cauteruccio y Caraglio en La de los Rudos.
Sorprende, así, la ligereza con que se pretende dar ribetes de hazaña a la que fue, sin más, una legítima victoria, cimentada sobre argumentos válidos, inobjetables, por una parte…, o tildar, por la otra, de fracaso o de vergüenza la derrota del Cruz Azul.
*
Fracaso, por definición, es “falta de éxito” o “resultado adverso”. En consecuencia, habría que convenir en que todo campeonato se resuelve con el éxito de uno y el fracaso de todos los demás participantes. Empero, se antoja injusto dar al vocablo la connotación de incompetencia, torpeza, dejadez o falta de actitud que ocasionalmente quiere dársele, y más injusto aún la de “vergüenza”, que implica una acción indigna, deshonrosa y humillante.
De cualquier manera, viene al caso recordar que Jacques Anquetil, leyenda del ciclismo, acuñó una frase que los malquerientes del Cruz Azul muy bien podrían traer a cuento: “Odio el segundo lugar, porque el segundo lugar es el campeón de los mediocres”.