* Festejos
La transmisión de los partidos del último fin de semana por televisión, con las tribunas desoladas como telón de fondo, sirvió para hacer, varias veces, sendos ejercicios de imaginación.
Mire usted…
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En Monterrey, el sábado, dos minutos después de que los “Tigres” empataran el marcador que Lezcano había abierto a favor de Ciudad Juárez, el árbitro (Fernando Hernández) sacó la tarjeta roja a Gignac. Algo insólito, porque el atacante francés nunca había sido expulsado en México. El silbante acudió al VAR, y enmendó la decisión: quedó en una amable tarjeta amarilla…
Al reanudarse el encuentro, Gignac reeditó una película que todos los aficionados han visto muchas veces: recibió el balón por la izquierda, enfiló en diagonal hacia el área, recortó a un adversario y pateó con la derecha al rincón derecho del portero. El gol fue coreado por unas cuantas personas: sus compañeros en la cancha y algunos dirigentes en el palco. Gignac, sin embargo, arqueó el brazo derecho y vio por encima del mismo hacia la tribuna… Sabía que miles de “Tigres” secundaban, cada cual a su manera, el festejo.
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En Toluca, el domingo al mediodía, el Atlas hacía lo conducente para hacer efectivo que “a cada capillita –incluyendo la suya— le llega su fiestecita”. Dos penalties lo bajaron otras tantas veces de la nube. Y cuando ya flotaba en el aire el temor de que la historia se resolviera con una derrota “a lo Atlas”, Mauricio Cuero, en el minuto 86, aprovechó un regalo de Maidana para galopar hacia el área como poseído, y terminar con un fusilamiento alevoso sobre el inerme Talavera…
No se sabe si, como parte de las medidas de prevención de posibles contagios del famoso coronavirus, los árbitros instruyeran a los jugadores para reducir e incluso evitar abrazos para celebrar los goles. Es lo de menos: a la pirámide humana que hicieron los jugadores sobre Cuero, en la cancha, se sumaron los miles que en Guadalajara, desde sus casas, celebraron un acontecimiento que parecía imposible.
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Finalmente, en el último lance, en el último minuto del último partido previo a la suspensión del campeonato, Chuy Corona detuvo un penalti –rigorista para muchos—, evitó la “cruzazuleada” que parecía inminente, y preservó la victoria de su equipo sobre el América.
El salto con que miles de corazones subrayaron el lance, quedó registrado en todos los sismógrafos del mundo.