Ideas

* Feliz coincidencia

El abordaje al carro de los triunfadores fue multitudinario. ¡No podía ser de otra manera…!

Dice uno de los mil tópicos del futbol que si México y Alemania se enfrentan veinte veces, Alemania gana 19. Además, por si hiciera falta, las estadísticas lo corroboran y la historia lo consigna. En consecuencia, los privilegiados —más de 120 millones, según datos del INEGI— que tuvieron el privilegio de ser testigos del partido en cuyo desenlace se produjo la feliz excepción y no la penosa regla, están en todo su derecho de festejarlo. Tantas veces cargaron el fardo doloroso y humillante de la derrota, que ahora que la vida y el futbol les dieron la oportunidad de vivir la inédita experiencia de doblegar al poderoso, mal hicieran en dejar pasar la oportunidad de saborearlo.

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El episodio sirvió para que tanto los expertos en futbol como los especialistas en ahondar en los complejos atávicos del mexicano, se dieran vuelo. Impelidos por la euforia colectiva a sumarse al orfeón triunfal, no podían dejar pasar la ocasión de aportar el suyo al aluvión de panegíricos. Si tantas veces resumieron el desenlace de los partidos del “Tri” —¡nunca como ahora se le había llamado con tanta propiedad “El Equipo de Todos”!— con el lacónico “perdieron”, en tono despectivo, era imperativo que esta vez lo hicieran con la misma brevedad, pero en tono festivo: “¡Ganamos!”.

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Al margen del sorpresivo desenlace del episodio del domingo en Moscú, para los entendidos está claro: México fue mejor que Alemania… aunque de ordinario, cuando de futbol se trata, Alemania es mejor que México. Es probable que en este mismo Mundial, el tiempo —supremo juez— ponga  las cosas en su sitio; es decir, que restablezca el orden que —felizmente, para millones de mexicanos— se quebrantó esta vez. Pero, en tanto…

El desenlace del episodio no necesariamente fue un accidente del futbol. Fue la feliz coincidencia de una actuación casi perfecta de los mexicanos con un desempeño errático de los germanos. La disposición táctica, la disciplina, la solidaridad y el esfuerzo de los tricolores, pese a los desaciertos individuales que frustraron la posibilidad de que su victoria hubiera sido tan nítida en el marcador como fue en la cancha, contrastaron esta vez con la torpeza, la premura y la aparente falta de ideas de los germanos: tan limitados esta vez… como los mexicanos en sus peores tardes.

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