Ideas

* Envidia

Si Monterrey es, hoy por hoy, la plaza futbolera más importante de México, en detrimento de Guadalajara, que en alguna época se preció de serlo, es porque algo han hecho bien, ciertamente, los dirigentes de los clubes regiomontanos… y porque algo dejaron de hacer los de los equipos tapatíos.

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Los Años de Vacas Gordas del futbol de Jalisco ya son historia antigua; épocas que la mayoría de los actuales aficionados sólo conocen “de oídas”: los tiempos de la “Academia” del Atlas; los años del Guadalajara “Campeonísimo”; las etapas en que la ciudad llegó a tener cuatro y hasta cinco equipos de Primera División: primero con Atlas, Guadalajara, Oro y Nacional; después con Atlas, Guadalajara, Jalisco y las dos universidades.

La hegemonía del futbol de Jalisco comenzó a perderse en la década de los setentas, cuando América y Cruz Azul se dedicaron a enriquecer su historial mediante la única fórmula patentada para ello: la conquista de títulos. El Necaxa, en la década de los noventas, propició que se mantuviera la hegemonía de los equipos capitalinos.

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Monterrey y “Tigres” —permítase la expresión— llegaron tarde a la fiesta. La actual era del primero data de principios de los sesentas; la de los universitarios, de mediados de los setentas. Los “Tigres”, por cierto, ganaron en la cancha la plaza que los “Leones” conseguirían después por otra vía: comprando la franquicia del Torreón.

La marcha de unos y otros había sido errática (en la de los “Tigres” hay, incluso, un descenso al Purgatorio de la división inferior)… hasta que en los últimos años se vincularon con emporios que inyectaron al negocio los dinerales que les han permitido armar, a punta de chequera, planteles plagados de estrellas llamadas a brillar intensamente en el firmamento futbolístico nacional.

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El declive de los equipos tapatíos tiene que ver, principalmente —salvo prueba en contrario—, con que la cantera de la que surgían los talentos para el deporte, supuestamente inagotable, dio trazas de agotarse. Los jóvenes actuales entretienen sus ocios y alimentan sus aspiraciones de manera diferente a los de generaciones anteriores. Guadalajara y Atlas vivieron las crisis que redundaron en la venta de las franquicias originales.

Ni uno ni otro son lo que fueron en esos tiempos que hoy se añoran con nostalgia… y hasta con un poco de envidia, si por envidia aún se entiende el dolor por la felicidad ajena.

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