* En deuda
Aún resonaban los ecos de los abucheos que los seguidores del Atlas dedicaron al equipo de sus amores tras la derrota ante el Cruz Azul, el viernes en el Estadio Jalisco, cuando los dirigentes, la mañana del sábado, anunciaron el cese de Guillermo Hoyos como entrenador.
Con los comentarios de esa noticia como telón de fondo en la ciudad que alguna vez fue “la capital del futbol mexicano”, el Guadalajara pasó “de panzazo” su examen de la décima jornada: el empate como visitante del Querétaro que había perdido, uno tras otro, los seis primeros partidos de la campaña, dejó a los rayados prendidos con alfileres en la llamada “zona de clasificación para la ‘Liguilla’”, con sus perspectivas inmediatas supeditadas al resultado del “Clásico” en puerta, ante un América que sólo en el uniforme se parece al campeón defensor.
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En lo que los dirigentes del Atlas eligen entre varios técnicos, algunos experimentados pero con historiales erráticos -Daniel Guzmán y Sergio Bueno-, otros que pasaron por el club como jugadores pero serían rotundas incógnitas, absolutos albures como entrenadores -Leandro Cufré y Pablo Hernán Lavallén-, el cese de Hoyos tiene que interpretarse como nota reprobatoria colectiva: no sólo para el timonel defenestrado y sus colaboradores, sino para el plantel en pleno y para los dirigentes -Rafael Márquez incluido, por supuesto-, por su incapacidad para estar a la altura del compromiso que implica dar la cara ante aficionados que han mantenido la fidelidad a la causa, no obstante que en el balance haya tantas amarguras y tan pocas alegrías.
(A algo se atienen quienes afirman que el Atlas es “equipo para masoquistas”…).
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Que el Guadalajara tuviera más tiempo la pelota en su poder que el adversario, puede ser un consuelo para sus dirigentes. Que la figura del partido haya sido Navarro, arquero del Querétaro, por las dos o tres intervenciones sobresalientes que le permitieron mantener el cero en su cabaña, por lo consiguiente.
Se supone, sin embargo, que entre las “Chivas” y los “Gallos”, futbolísticamente hablando, hay jerarquías. Si esas jerarquías no se tradujeron en el marcador y en el resultado, la conclusión sería que los rojiblancos, más que ganar un punto, dejaron escapar dos.
Una vez más, pues, quedaron a deber… salvo que prefieran refugiarse en el consuelo de los mediocres (“seguimos sumando…”) cuando fueron incapaces de ganar un partido que debería ganarse.