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* ¿El mejor…?

Un último apunte —por ahora…— con respecto al escándalo que detonó hace una semana, relacionado con la “fiesta” de la Selección Nacional, antes de saltar al obligado tema del día…

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Hay una manera de probar que, como han dicho varios jugadores implicados en el asunto que relegó a segundo plano los aspectos estrictamente deportivos de la participación del “Tri” en el Mundial que arranca esta semana, son falsas las versiones que se difundieron la semana pasada: una demanda colectiva —respaldada por los dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol y de la misma Selección—, de todos los jugadores, contra la revista que hizo circular profusamente el supuesto infundio, por el delito de daño moral. De conformidad con el Código Civil Federal (Artículo 1916), “Por daño moral se entiende la afectación que una persona sufre en sus sentimientos, afectos (…), decoro o bien en la consideración que de sí misma tienen los demás”.

Así de fácil.

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En cuanto al tema del día, hoy se servirá lo que torpemente, hasta ahora, se ha venido cocinando: la salida de Matías Almeyda como técnico del Guadalajara.

El “Pelado” queda, a la postre, como “El Muchacho de la Película”… y la víctima de los malos.

Lo primero, a pesar de que los números de las “Chivas”, en los dos últimos torneos domésticos, fueron decididamente malos: el equipo no sólo fue incapaz de revalidar el título conseguido en el Torneo de Clausura del año pasado (el dueño del juguete aprovechó las celebraciones del caso, aquella vez, para proclamar urbi el orbi que “ha nacido un nuevo ‘Campeonísimo’...”) sino de conseguir uno de los ocho boletos que el sistema de competencia pone a disposición de todos los concursantes, para participar en el verdadero campeonato. No obstante ello, por las formas que han caracterizado el episodio, ahora se plantea una hipótesis insostenible: que quizás Almeyda haya sido “el mejor técnico en la historia del Guadalajara”… aunque los números —que no mienten— demuestren que ni son tantas las de cal ni tan pocas las de arena como sostienen sus panegiristas.

Y lo segundo, porque ha sido la marca de la casa: epilogar la relación con los técnicos —¿cero y van cuántos…?— de la manera menos propia, menos digna y menos elegante.

Hasta para despedirse hay que tener clase. Pero ésta —ya se sabe— no se vende en las farmacias…

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