* “¡Échenme al gato…!”
Es encomiable que los dirigentes del Guadalajara mentalicen a sus jugadores de que es posible participar decorosamente en el Mundial de Clubes a disputarse dentro de dos semanas en Abu Dhabi; de que no deben darse por vencidos de antemano; de que si ya pasaron la primera aduana, al ganar el título de la Concacaf, es perfectamente posible pasar la segunda, en que enfrentarán al Kashima de Japón…
Es lícito que les alimenten la convicción de que tampoco hay por qué jugar con complejo de inferioridad o tirar la toalla antes de jugar el segundo e idealmente el tercer partido -la Final-; que les recuerden que ya México ha sido campeón de la Copa Confederaciones, de un Mundial Sub-17 y de unos Juegos Olímpicos; que les señalen que México está en vías de disputar la Final de un Mundial de futbol femenil... (con todo y que la comparación se antoje descabellada porque, aunque parezca, “no es lo mismo me baño en el río, que me río en el baño”).
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Hasta ahí, todo en orden. En cambio, resulta criticable que algún dirigente de las “Chivas” (“de cuyo nombre -como en El Quijote- no tiene caso acordarse”), sin tomarse la molestia de conectar la lengua con el cerebro, asumiera, en declaraciones a la prensa, una actitud triunfalista: “Vamos a ir (a Abu Dhabi) a ser campeones del mundo (…); el objetivo es ser campeones, con primer paso ante el Kashima; buscamos regalarle el mejor trofeo a nuestra afición (…); no vamos de paseo: vamos a competir y ser campeones”.
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De entrada, menos arrogancia y más humildad no le hacen daño a nadie. Enviar a los posibles rivales, en cambio, a manera de saludo, una bravata de ese calibre, implica el riesgo de sufrir, además de la derrota que en ninguna contienda deportiva puede descartarse de antemano, la humillación que corresponde a los fanfarrones.
Además de la moderación, estaría la sensatez. Si se ha de dar al campeonato de la Concacaf, justa y dignamente conquistado, su verdadera dimensión, habrá que reconocer que su nivel, por donde se mire, es plenamente tercermundista…
Y si cabe -más allá de la confianza en el esfuerzo y en la suerte- objetividad en el análisis, habrá que reconocer que el historial reciente del Guadalajara (del último año y medio, para ser exactos) no está como para quitarle el sueño a nadie.