Ideas

* Digno papel

A ver…; con la venia de Jack el Destripador: “Vámonos por partes…”.

Que el Monterrey, con merecimientos indiscutibles, haya sido tercero en el Campeonato Mundial de Clubes que finalizó el sábado, no necesariamente significa que sea el tercer mejor equipo del mundo. Liverpool y Flamengo fueron los finalistas del torneo, pero sería una necedad proclamar la superioridad de “La Pandilla” sobre Barcelona, Real Madrid, Bayern Munich, Juventus, River Plate y demás habitantes de ese inconmensurable imperio en que jamás se oculta el Sol.

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Para empezar, el que alcanzó esa distinción, fue, en rigor, el Monterrey “B”, habida cuenta de que sus dirigentes enviaron a nueve de sus titulares de regreso a casa, reservándolos para los partidos de la Final doméstica, a disputarse entre jueves y domingo próximos. Su rival (Al-Hilal de Arabia Saudita), al que venció en series de penalties —con Cárdenas, su portero suplente, en el papel de “El Muchacho de la Película” al detener dos disparos y anotar el decisivo en la instancia suprema—, tampoco tiene argumentos para ostentarse como el cuarto mejor equipo del planeta.

Se trata, pues, de valores entendidos; de que el sistema de competencia, en una especie de “torneo relámpago”, acomoda las cosas para que una sola victoria en dos partidos jugados permita al representante de la Concacaf terminar tercero en el certamen, no debe interpretarse como una invitación a incurrir en triunfalistas generalizaciones audaces…

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Sin embargo, que el Liverpool tuviera que llegar al último minuto del partido contra el equipo “A” del Monterrey, para quedarse con el boleto a la Final, es, por donde quiera mirarse, un trofeo para el futbol mexicano…

Que la mayoría de los jugadores que vistieron la camiseta del Monterrey en ese primer partido, y aun varios de los que lo hicieron en el segundo, sean extranjeros, de ninguna manera significa que el futbol mexicano carece de futbolistas capaces de cubrir la mayoría de las plazas de sus mejores equipos. Las exigencias del futbol-espectáculo obligan a quienes participan en él, a suscribirse a las fórmulas que la globalización impone en todas las áreas de la industria… pero dejan espacios que los mejores jugadores mexicanos de su generación cubren dignamente.

Eso permitió —como señalara el mismísimo presidente de la FIFA, Gianni Infantino— que fuera mínima la diferencia entre el mejor equipo del mundo, y el octavo (aunque posible campeón…) de la Liga mexicana.

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