* Contra reloj
México debutó en la Copa Oro con una victoria aplastante sobre Cuba: 7-0. Para sacar el boleto a la final, la noche del martes, tuvo que esperar a que le cayera del cielo, ya en los primeros minutos de los tiempos extra, un penalti rigorista. Y aun así, si se recuerda que en uno de los contados disparos al marco de los haitianos, Cantave estuvo en un tris de hacer el gol que les hubiera dado el empate y condenado el desenlace del encuentro -y el correspondiente pase a la final- al azar (o punto menos) de los penalties, vale decir que Gerardo Martino, sus jugadores y los miles de aficionados que vieron el partido en el estadio de Glendale, y los millones que lo siguieron desde México a través de la televisión, terminaron la jornada, literalmente, con el rosario en la mano.
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Una interpretación de la historia es que el seleccionado mexicano, en los cinco capítulos que lleva de competencia formal -tras los cuatro encuentros amistosos de preparación, resueltos, todos, con sendas victorias-, da señales de venir de más a menos. Cada vez parecen complicarse más los adversarios. Cada vez las victorias son más estrechas en el marcador y más problemáticas en el trámite.
Hay quien repara en que entre Cuba y Haití -los dos capítulos extremos, hasta ahora, en este ciclo- no hay punto de comparación. Aunque los dos países, por su realidad social y económica, enfrentaron serios problemas para llegar a la Copa Oro, el futbol haitiano ha tenido, notoriamente, un desarrollo que el cubano ni siquiera apunta todavía. Para ser semifinalistas, los haitianos tuvieron entre sus argumentos las victorias sobre Costa Rica (2-1, en la fase de grupos) y Canadá (3-2 en cuartos de final).
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Es probable que Gerardo Martino haya convencido a los jugadores -como a muchos críticos…- de que sus fórmulas son mejores que las rotaciones sistemáticas de su predecesor Juan Carlos Osorio…
La asignatura pendiente, ya con el boleto para la final en la mano, consiste en mecanizar, contra reloj, los trazos y movimientos a realizar en los últimos veinte metros del campo, conducentes a pasar de la posesión y circulación de la pelota, a la penetración a la zona de remate y a la elaboración de jugadas de gol propiamente dichas.
En efecto: algo que difícilmente se consigue de un día para otro.