* Banks... y Pelé
La leyenda de Pelé está cimentada, entre muchos otros argumentos, en los más de mil goles anotados durante su carrera. La de Gordon Banks, más que en el campeonato mundial del que fue protagonista en 1966 -ensombrecido por el “gol fantasma” de Hurst en la Final ante Alemania-, en el gol que le robó a Pelé en el Mundial de 1970 en México.
Para quienes vivieron el episodio, siguió siendo, durante muchos años -y quizá lo siga siendo “por los siglos de los siglos”-, una rutina: clavar la vista en la portería sur del Estadio Jalisco y revivir el lance: el centro de Jairzinho por la derecha, el salto de Pelé frente al segundo palo, el remate frontal, contundente… Y cuando el gol ya se coreaba (Brasil era el favorito universal de los aficionados mexicanos, e Inglaterra “el villano de la película” por las ya señaladas sombras de su coronación en el Mundial precedente, en el que Pelé fue víctima de una cacería brutal, implacable), ocurrió el lance inverosímil: la reacción de Banks, en una fracción de segundo, para lanzarse y desviar de un manotazo el balón que estaba por anidarse junto a la base del poste derecho.
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El mismo Banks, en una de las tantas entrevistas en que se le invitó a rebobinar el lance (abundan los ejemplos de goles que se recuerdan al paso de los años, y que, como los buenos vinos, cada año que los añeja los hacen mejores, pero difícilmente se encontrará otro ejemplo tan celebrado… de un gol que no fue), recordaba cómo calculó el viaje de la pelota, se lanzó, alcanzó a tocarla con los dedos de la mano derecha… y hasta después de caer dentro del marco, se dio cuenta de que el balón estaba afuera.
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Pelé, al enterarse, ayer, de la muerte del que fue su adversario en aquel que fue uno de los mejores partidos del que hasta entonces fue considerado por la generalidad de los críticos como “el mejor Mundial de la historia”, escribió: “Marqué muchos goles en mi vida, pero mucha gente, cuando se encuentra conmigo, me pregunta sobre esa jugada (...). Me alegro que haya salvado mi cabezazo, porque ese acto fue el comienzo de una amistad que siempre atesoraré. Cada vez que nos reuníamos, era como si nunca hubiéramos estado separados”.
¡Esa es calidad humana…!