* Bálsamo
Para sanar heridas como la que dejó en la moral de los aficionados la derrota de la Selección mexicana ante su similar -es un decir…- de Argentina, el martes pasado, hay un bálsamo infalible: la competencia doméstica.
Ya lo veremos: entre resultados, incidentes, goles, repercusiones en las tablas de posiciones, e incluso los yerros arbitrales y las maduras y las podridas que se aprecien en el VAR, los partidos de la novena fecha del Torneo de Apertura, a partir de hoy, aportarán, seguramente, materia prima de sobra para que el lunes nadie recuerde la masacre del martes pasado en San Antonio, ni tenga nuevas pesadillas en las que Lautaro Martínez haga el papel de King Kong o de Godzilla.
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Para cerrar ese paréntesis, antes de volver a la realidad, convendrá considerar las declaraciones de Bruno Marioni -goleador con varios equipos mexicanos y técnico de los “Pumas” con más pena que gloria, a reserva de que la vida y el futbol le den “otra oportunidad”- acerca de que el 4-0 de la otra noche no refleja fielmente la diferencia entre el futbol argentino y el mexicano.
Puestos a colocar en la balanza los elementos adecuados para sacar conclusiones, convendría considerar, de entrada, los títulos conseguidos por unos y otros en competencias internacionales de primer nivel: dos campeonatos mundiales de los argentinos y un campeonato olímpico de los mexicanos. Después, el historial de equipos representativos de los dos países en torneos internacionales: los argentinos en la Copa Libertadores y los mexicanos en la Concacaf. A continuación, la presencia de jugadores de uno y otro país en equipos de renombre del Primer Mundo, las cumbres que esos jugadores escalaron y el rango de leyenda que algunos (Di Stéfano, Maradona y Messi en un platillo, Hugo Sánchez y Rafa Márquez en el otro) alcanzaron. Luego, la presencia y el peso específico histórico de jugadores argentinos en equipos mexicanos, y viceversa; de los primeros, “Charro” Moreno, Marín, los goleadores Aballay, Lara, Rolando, Etcheverry, Outes, Franco, Vuoso, el mismo Marioni, Villa, Boselli…; de los segundos, unos cuantos en la lista… y ninguno que dejara huella.
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Por lo demás, ante la imposibilidad de establecer qué marcador reflejaría la diferencia entre el futbol de México y Argentina, permítase insistir en que el 4-0 del martes fue apenas un pálido reflejo de la diferencia abismal que hubo esa noche entre los dos conjuntos.