-Al altar... o al basurero
En lo que el tiempo, “supremo juez”, asigna a Andrés Manuel López Obrador, a perpetuidad, un trono en el altar de la patria, al lado de Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas, o lo remite al basurero de la historia, hoy, al inaugurarse formalmente el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, se consumará la primera de las grandes decisiones de su administración: abortar el proyectado Aeropuerto en el ex Lago de Texcoco. Antes de que finalice el sexenio se supone que entrarán en operación las dos restantes: la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, cuyas pertinencia técnica y viabilidad financiera han sido, son y muy probablemente seguirán siéndolo por tiempo indefinido, temas de polémica.
-II-
Calificada como “costoso capricho” u “ocurrencia” ídem por sus críticos, la cancelación y reubicación del aeropuerto que tampoco pudo hacer Vicente Fox (recuérdese “la revolución de los machetes” de los comuneros de San Salvador Atenco en 2002), por los avances que ya llevaba la obra -en construcción desde 2014- y por las indemnizaciones que ocasionó la resolución, costó más de 113 mil millones de pesos, según la Auditoría Superior de la Federación; exigió invertir otros 75 mil millones en el de Santa Lucía... y tuvo un costo financiero adicional imponderable: las inversiones nacionales y extranjeras que eventualmente se frustraron por la incertidumbre implícita en el mensaje de que en este país, durante seis años al menos, solo tronarían los chicharrones presidenciales... con razón o sin ella.
-III-
Por supuesto, la decisión de abortar Texcoco, emigrar a Santa Lucía, poner el nombre de Felipe Ángeles al aeropuerto y fijar la de hoy como fecha para inaugurarlo, tiene legiones de detractores... y algunos defensores. Uno de estos últimos, Javier Jiménez Espriú. En “La Cancelación. El Pecado Original de AMLO”, el ex secretario de Comunicaciones y Transportes (2018-2020) señala que su libro “no es un documento para convencer a nadie”; tampoco se pronuncia sobre la supuesta consulta pública que decidió todo, pero sostiene, en lo medular, que Texcoco “es el peor sitio, el peor lugar desde el punto de vista del suelo y el subsuelo de la República Mexicana, para construir un aeropuerto”.
En lo que el tiempo sentencia, López Obrador puede contar con que su lugar en la historia no estará en el limbo -con los Ávila Camacho, Ruiz Cortines, De la Madrid, Zedillo, etc. -, que quedarán anotados al lado de Juan Pitas y Perico de los Palotes, sin pena ni gloria..., pero difícilmente serán recordados.