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AMLO y la discapacidad

He puesto mucha atención en la, para mí, franca actitud de compasiva solidaridad que muestra el Presidente AMLO hacia las personas con algún tipo de discapacidad; mi hija, Martita, que nació con discapacidad me ha permitido comprobar que una de las innatas virtudes que tienen estas maravillosas personas es la de percibir, valga la expresión, el tipo de sentimiento que les inspira la cercanía con aquellos que “les dan la mano”; producción de oxitocina dirían los psiconeurólogos.

Es esperanzador que desde la campaña AMLO se haya referido una y otra vez al apoyo que dará al colectivo en cuestión, así como a otros grupos vulnerables, una promesa netamente humanitaria que amén de la obligación que tiene el gobierno de atenderla debe inspirarse en un sentimiento verdaderamente sincero.

Penosamente habrá que reconocer que los recursos monetarios de los que se dispone para atender este tema son verdaderamente insuficientes, de ahí la obligación de atender a más con menos. Lamentablemente se ha comprobado que la corrupción ha hecho su aparición hasta en este asunto, por increíble que parezca existen casos de verdadera traición en los que se distraen recursos, originalmente dirigidos a grupos vulnerables que terminan en los bolsillos de personas sin el mínimo de ética y moralidad.

El panorama es inmensamente retador, veamos, recurriendo a las confiables cifras del INEGI sabremos que un 2.1% de la población total en México presenta algún tipo de discapacidad cuya característica es tal que no puede valerse por sí mismo, en otras palabras, hablamos de cerca de 2.5 millones de personas de todas las edades que requieren de atención cotidiana y profesional, pero, ojo, solo con la esperanza de que se logren integrar física y socialmente a la comunidad, advirtiendo que este enorme número de mexicanos jamás podrá ser productivo por lo que el apoyo económico será permanente.

Vuelvo al tema de la, para mí, sincera postura que tiene AMLO para acudir en ayuda de personas que históricamente han vivido segregados al territorio de la injusticia y la desesperanza, aquí es donde a su llamado la iniciativa privada se pudiera -¿o se debiera?- unir a la monumental tarea de atender a este grupo, los ejemplos ya existen y son modelos llenos de compasión y de orden, a lo largo y ancho del país son innumerables los centros de atención particulares que atienden eficaz y profesionalmente a chicos con Síndrome de Down, con discapacidad intelectual, con autismo y otras discapacidades más que ya son viables de diagnosticarse y de aplicar programas confiables que permitan llegar al momento de incluirlos.

El Presidente AMLO puede ser el líder de un movimiento en el cual, con la unión de la iniciativa privada se lleve a cabo una “cruzada nacional” a favor del apoyo hacia el colectivo de las personas con discapacidad y es tan justo ya con todo realismo podemos afirmar que en pleno siglo XXI en nuestro país las personas con discapacidad siguen siendo discriminadas.

El tema de la discapacidad requiere de nuevas formas de atención en lo que al sector gobierno corresponde, filantropía moderna pudiéramos decir, dejar atrás tantos y tantos casos de impericia y dejadez. Alienta ver al Presidente conduciéndose con recogimiento y sensibilidad hacia ellos, seguro sabrá que la fe en la solidaridad es una vía de redención social.

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