- Trágicas excepciones
Conformes: que un autobús urbano se vuelque, como sucedió el lunes, y a raíz del percance queden 20 personas lesionadas -ninguna de gravedad, por fortuna- es la excepción; no la regla.
Un día antes -el domingo- otra unidad del transporte público se impactó contra un automóvil en Periférico Sur, Colonia El Tempizque, de Tlaquepaque; en esa ocasión, el saldo -como consigna la correspondiente nota policiaca- fue de dos personas muertas… Conformes: otro caso excepcional. La cuestión, en ambos casos, es: ¿no son ya muchas excepciones?
-II-
La regla sigue siendo que los usuarios del transporte urbano lleguen sanos y salvos a su destino. Aún no se llega al extremo de tener que repartir entre ellos, al abordar el camión, mascarillas de oxígeno y chalecos salvavidas, ni a recomendar que los pasajeros lleven entre sus pertenencias copia de la bendición papal, ni solicitar (perdón por aludir al viejo chascarrillo de humor negro rayano en el mal gusto) que se coloquen entre los dientes la credencial de elector “para facilitar, en un improbable, pero no imposible caso extremo, la identificación de los cadáveres”.
Antes de minimizar los dos accidentes referidos, en los que hubo muertos y heridos, sería pertinente ampliar la estadística: documentar los casos similares ocurridos, por ejemplo, en lo que va del año; incorporar los episodios en que ha habido víctimas fatales -por atropellamiento, principalmente- del transporte urbano; revisar si aún opera el sistema de captación de quejas de los usuarios sobre el servicio; comprobar, en caso afirmativo, si se da seguimiento a esas quejas; si los pasajeros se toman la molestia de formalizar su inconformidad porque la frecuencia de paso entre las unidades -ingobernable, muchísimas veces, por atascos, desvíos y demás situaciones imponderables- fue demasiado prolongada; si los choferes -acaso por traer la unidad pletórica, como es común que suceda en las horas pico- no levantaron el pasaje; si manejaban temerariamente o a exceso de velocidad; si, por el contrario, “hacían tiempo”; si ocasionalmente cortaban la ruta; comprobar si, a tenor de esas quejas, se ha sancionado a los conductores…
-III-
En fin: no basta con tener la relativa tranquilidad de que ordinariamente quien aborda un autobús urbano en Guadalajara (y anexas) llega vivo -aunque, también, molesto y vapuleado- a su destino. Sería exigible que los concesionarios y la autoridad -esta última, principalmente, puesto que se trata esencialmente de un servicio público- procuren, si no que mejore, sí al menos que no siga empeorando cada día.