- “Te llamabas…”
No puede ser coincidencia que la decisión del Jefe de Gobierno sustituto de la Ciudad de México, de retirar las placas de bronce alusivas a la inauguración del metro de la capital del país, en que aparece -como era de rigor antaño- el nombre del entonces Presidente, Gustavo Díaz Ordaz, se haya ejecutado precisamente al conmemorarse 50 años de la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco. Además, por si fuera necesario subrayar que se trató de algo intencional, el propio funcionario, José Ramón Amieva, justificó la medida con una frase que puede interpretarse como se prefiera (ingenua o maliciosamente): “En 50 años, hay ciclos que se deben de cerrar”.
-II-
Sobre el movimiento estudiantil de 1968 en la capital del país, del que la matanza de Tlatelolco fue el episodio culminante -y el más atroz-, se han escrito muchos libros, supuestamente testimoniales, y se han filmado varias películas. Todos esos documentos pretenden explicar los sucesos que, por lo demás, se circunscribieron a la ciudad de México y tuvieron a estudiantes de la UNAM -y a sus dirigentes, sobre todo- como protagonistas. En los expedientes ministeriales que se levantaron, y que culminaron dos años después con sentencias condenatorias contra 72 participantes, las condenas se justificaron porque los inculpados, supuestamente, intentaban desestabilizar políticamente al país; a un país -obliga el subrayado- que estaba en vías de convertirse en la sede de una gran fiesta del deporte mundial y de la juventud: los Juegos Olímpicos que serían inaugurados exactamente diez días después de aquella jornada trágica.
-III-
El movimiento estudiantil del 68, en efecto, “no se olvida”. Cada año, desde entonces, se evoca la efeméride. Con respecto a los motivos, hay infinidad de interpretaciones; la principal, que se trataba de aprovechar, en efecto, que los ojos del mundo estarían -literalmente- puestos en México, para expresar la inconformidad popular contra un régimen autoritario; la gubernamental, que detrás del perverso propósito de desestabilizar al país había un plan de inspiración “comunista”.
Lo cierto es que han tenido que pasar 50 años para que se decida borrar el nombre del Presidente Díaz Ordaz de las placas conmemorativas de una de las obras públicas más importantes de su sexenio… pero nada que implique un castigo, así sea simbólico, a los autores intelectuales de la cruenta represión paramilitar que dejó un saldo real de 78 muertos -más allá de las leyendas que contabilizaban 325-, y una cicatriz que no termina de cerrar.