- Retirada
El movimiento social que el pasado 19 de septiembre instaló centenares de tiendas de campaña en el Zócalo de la Ciudad de México, lanzó el guante al rostro del Presidente López Obrador, al aseverar que permanecerían ahí hasta que éste renunciara. López Obrador lo recogió… y aun se dio el lujo de revirar con un desplante: de entrada, les dio la bienvenida; les garantizó que nadie intentaría desalojarlos; dispuso que tuvieran vigilancia policiaca y asistencia médica. Más tarde movió pieza: desafió a sus dirigentes a quedarse ellos mismos, día y noche, al pie del cañón; a sufrir fríos y calores, hambre e incomodidades. Algunos lo habrán hecho… aunque nadie -que se sepa- se molestó en llevar la estadística de cuántas personas ocupaban las tiendas de día o de noche.
En cuanto a las consignas y declaraciones de sus jefes, éstas se fueron diluyendo gradualmente, como el eco en las montañas. Así, hasta que llegó el día -el sábado- en que los ocupantes del Zócalo tomaron la decisión de emprender la retirada, anunciando que sacrificaban un alfil a cambio de capturar al “reyecito”. Y hasta ahí va la partida.
-II-
En toda contienda -política, deportiva o de la índole que se quiera- es básico calcular las perspectivas de cada movimiento que se realiza, porque cualquier error en que se incurra puede resultar contraproducente. En el caso, si los organizadores del plantón esperaban ganar simpatías y aun adhesiones a su movimiento, todo indica que se equivocaron. Si sus protestas contra las políticas públicas de López Obrador, además de legítimas -como lo son- fueran razonables, ya habrá ocasión de manifestarlo por medio del ejercicio de revocación de mandato programado para agosto de 2022.
Además de la frustración, porque no lograron sus objetivos, es de esperarse que, al emprender la retirada, los manifestantes carguen sobre sus espaldas más cuchufletas que aplausos o gestos de solidaridad o simpatía… y que reconozcan que, analizado objetivamente, sin apasionamientos de ninguna índole, su desplante fue más efectista que efectivo.
-III-
En tanto, es probable que la mayoría de los observadores convenga en que el procedimiento de los manifestantes estuvo equivocado; que sus posibilidades de conseguir su propósito -forzar la renuncia del Presidente-eran nulas; que su presencia solo acrecentaba el clima de polarización social reinante en México, y que los problemas sociales de un país se resuelven -o se atenúan, al menos- mejor con la unidad que con la división entre sus ciudadanos.