- “Puente”
Sergio Ramírez, escritor nicaragüense, Premio Cervantes 2017, entrevistado por ABC de Madrid (3-V-20), acuñó una frase que parece una instantánea, tomada con lente gran angular u “ojo de pescado”, que retrata, íntegro, al mundo actual: “En un estado de normalidad no hay ninguna justificación para restringir las libertades públicas”.
Viene al caso, con la venia del lector amable, para la más reciente ocurrencia de un número minoritario, ciertamente, pero no por ello insignificante –ni, mucho menos, despreciable— de tapatíos: aprovechar (?), en acatamiento de la tradición, el “puente” del pasado primero de mayo para hacer maletas, abordar el automóvil y salir disparados a los consabidos “destinos de playa”: Manzanillo, Melaque, Puerto Vallarta…
-II-
Salvo estados de la República y aun países enteros –que podrían contarse con los dedos de una mano— en que la contingencia sanitaria por el coronavirus dio pie a que se decretaran estado de emergencia, toque de queda y medidas restrictivas similares, en México –y en Jalisco, muy particularmente— las disposiciones de la autoridad han tenido el rango de recomendaciones. Ha habido, ciertamente, la atingencia de justificarlas mediante cifras actualizadas sobre contagios y defunciones, experiencias en otros países, consideraciones de los científicos… Sin embargo, salvo disposiciones como el cierre de establecimientos “no esenciales” o el uso “obligatorio” (ma non troppo) del cubrebocas en la vía pública, la pauta, aquí, ha sido de respeto a la libertad como uno de los derechos esenciales de las personas.
-III-
“Una vez que la crisis sanitaria sea controlada –dice Sergio Ramírez en otra parte de la entrevista—, las libertades públicas tienen que volver otra vez adonde estaban”. Aunque en su país –Nicaragua— el Gobierno reaccionó tarde y cuando lo hizo incurrió en la ligereza de promover que la gente saliera, que hiciera vida normal, esa gente –la mayoría de la cual tiene que salir a la calle todos los días a buscar el pan de sus hijos, “en su pobreza y su falta de recursos –dice Ramírez—, no sólo tiene conciencia del riesgo que supone exponerse a la pandemia, sino que toma sus propias medidas –como ocurre en Guadalajara— en la calle, de apoyo, de protección, de auxilio”.
Al final de cuentas –y en el entendido de que ¿quién les quita lo bailado? a los viajeros—, es probable que Campoamor estuviera en lo cierto cuando afirmó que “La libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino hacer lo que se debe”.