- Pragmatismo... y congruencia
Una de las pancartas exhibidas durante la manifestación de grupos feministas en el Centro de Guadalajara, el miércoles pasado, planteaba: “¿Te importa más un monumento que la vida de una mujer?”... Cualquiera, de bote-pronto, respondería que no: que ningún monumento vale más que una vida humana; que el sacrificio de un monumento valdría la pena si, en efecto, preservara una vida...
Sin embargo, podría revirarse que perpetrar estropicios en la vía pública, dañar el mobiliario urbano —parte del patrimonio cultural y material de la ciudad y sus habitantes—, en poco o nada contribuye a favor de las causas que supuestamente motivan tales manifestaciones; concretamente —como refieren las notas periodísticas alusivas—, “exigir un freno a la violencia de género”.
-II-
Conformes: la violencia —y no solo la de género— es una realidad lamentable. Es, de entrada, un fenómeno cultural condensado en el machismo (por definición, “actitud y comportamiento de quien concede preponderancia de los hombres respecto de las mujeres”). Algunas de sus expresiones más comunes en nuestro medio (acoso, agresiones, tocamientos, violaciones, asesinatos...) han devenido problemas sociales, por la incapacidad de las autoridades para prevenir y/o, en su caso, sancionar tales comportamientos, calificados como faltas o delitos.
Se explica, por tanto, que la incidencia —eventualmente en proporciones alarmantes— de dichas conductas, suscite manifestaciones como las que también ha habido en otras ciudades del país, en algunos casos con saldo de policías, reporteros o ciudadanos comunes lesionados, y de graves daños a monumentos, mobiliario urbano y propiedades particulares.
Tales manifestaciones son lícitas. Las ampara el Artículo 9º. de la Constitución... que, sin embargo, las condiciona a que no se profieran injurias contra la autoridad, “ni se hiciere uso de violencia (y el daño en las cosas, incluidos los monumentos o edificios públicos, es una forma reprobable de violencia) o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desea”.
-III-
En conclusión, lo pertinente —por ser lo legal y porque las leyes son normas en pro del orden y el bien común dispuestas por la autoridad y aceptadas por los ciudadanos— es que las manifestaciones se realicen de manera respetuosa y civilizada, en parte por pragmatismo, y en parte por congruencia. Lo primero, por el legítimo anhelo de que sean escuchadas y atendidas; lo segundo, porque lo menos indicado para pedir respeto y justicia, es acompañar las demandas en ese sentido, de expresiones ofensivas o de violencia similares a las que verbalmente se repudian.