Ideas

- Práctica temeraria

En efecto: para encontrar una solución que deje satisfecho a todo mundo, en el enésimo diferendo surgido en esta Guadalajara de todos nuestros pecados por el tema de las ciclovías, habría que apelar al discernimiento del sabio Rey Salomón… ¡y quién sabe...!

-II-

No tiene caso poner en tela de duda el dato que aporta Mario Silva, titular del Instituto Metropolitano de Planeación (Imeplan), en el sentido de que sobre la avenida Niños Héroes, en la zona en que se proyecta habilitar un carril en cada sentido para implementar las correspondientes ciclovías, diariamente circulan nueve mil 340 automovilistas y 564 ciclistas. (16.5 por uno, si Pitágoras no miente).

En todo caso, es obvio que tienen razón los vecinos renuentes a la obra -hasta el punto de haber promovido un amparo, por la vía judicial (a lo cual, por lo demás, están en todo su derecho: para eso se supone que vivimos en un país de leyes), para suspender su construcción-, al argumentar que sacrificar un carril de circulación redundará, en las horas pico particularmente, en un mayor congestionamiento de la arteria y un incremento en los niveles de contaminación ambiental. Es discutible, en cambio, el argumento de quienes aprueban la proyectada ciclovía, en el sentido de que una vez que ésta esté en operación, el número de usuarios se incrementaría gradualmente.

Acrecentar las opciones a favor de medios de transporte diferentes al automóvil particular -el Quinto Jinete del Apocalipsis que San Juan no alcanzó a vislumbrar-, es plausible a todas luces. Imaginar que un porcentaje significativo de automovilistas devendrán ciclistas cuando se disponga de las instalaciones idóneas para ellos, es ilusorio.

-III-

Una de las muchas razones -la principal, quizá- para pensárselo dos veces antes de optar por la bicicleta como medio de transporte, es la escasa cultura vial que hay en Guadalajara.

La falta de respeto, la prepotencia, el desdén por los reglamentos viales por parte de automovilistas, camioneros, motociclistas y aun los propios ciclistas, hacen del uso habitual de la bicicleta una práctica temeraria. La autoridad, en esa materia, ha sido rebasada de manera aplastante por la realidad. Pedir que eduque, ordene, vigile y sancione, al efecto de que el ciudadano acepte que conocer y respetar leyes y reglamentos es una norma básica de convivencia social -que perfectamente cabe, por lo demás, en el consabido apotegma juarista de “El respeto al derecho ajeno es la paz”-…  es demasiado pedir.

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