- “¿Por qué a mí…?”
Es probable que en las 72 horas (hoy se cumplen) transcurridas desde que tres presuntos delincuentes quebrantaron la paz de su morada para hacerlo blanco de una “agresión directa” -según la versión de Juan Ramón Amieva, Jefe de gobierno de la Ciudad de México-, el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo emérito de México, se haya planteado al menos una vez la pregunta que el papa (hoy santo) Juan Pablo II pronunció en voz alta cuando Mehmet Alí Agca atentó contra su vida, en plena Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981:
-¿Por qué a mí…?
(Años después, cuando el pontífice lo visitó en la cárcel, es posible que Agca haya respondido a esa interrogante. Como eso sólo se sabrá -si acaso…- el Día del Juicio, seguirá vigente la teoría de que Agca había recibido la encomienda del servicio secreto búlgaro, de atentar contra Juan Pablo II por su abierta aversión al comunismo).
-II-
En lo que se conocen -si llegan a conocerse- los motivos del ataque (fallido, felizmente) a Rivera Carrera, habría que plantearse si hay algún denominador común en los 26 asesinatos ocurridos en los últimos seis años en México -según el dato aportado por Omar Sotelo, director del Centro Católico Multimedial (CCM)- en que las víctimas han sido, precisamente, religiosos.
En los casos más notorios de que se ha tenido conocimiento en los últimos años, a escala mundial, Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador -recientemente canonizado-, ganó enemigos poderosos al condenar sistemáticamente los crímenes de civiles perpetrados por los escuadrones de la muerte, paramilitares; el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, arzobispo de Guadalajara, fue sacrificado (según la versión oficial, convalidada por una comisión interdisciplinaria que incluyó a varios eclesiásticos de seriedad y ciencia jurídica probadas) al confundirlo sus asesinos con el tristemente célebre “Chapo” Guzmán; (las fantasiosas versiones de que se trató de un “crimen de estado”, sostenidas por ciertos personajes que quisieron hacer del caso una novela truculenta, se desplomaron porque no tenían más sustento que la calenturienta imaginación y la verborrea de sus autores)…
-III-
Lamentablemente, considerando que los 26 asesinatos de religiosos mexicanos documentados por el CCM se sumaron a los de miles de ciudadanos comunes y corrientes que quedan en la impunidad, difícilmente llegará a saberse por qué los delincuentes ya no respetan ni siquiera a los otrora sacrosantos, venerables -y, en consecuencia, punto menos que intocables- “ministros de Dios”.