Ideas

- Paños calientes

Cuando el humorista español Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) escribió que “El futbol es el bacilo de la guerra civil”, no estaba profetizando episodios de brutalidad y barbarie como los del sábado pasado en el estadio “La Corregidora” de Querétaro, ni ninguno de cuantos lo han precedido en México y en el ancho mundo. El futbol, en aquellos tiempos, era una bola de nieve que apenas empezaba a rodar: el inicio del alud social y económico que es en la actualidad.

-II-

Derrumbes de tribunas, avalanchas humanas, grescas multitudinarias, etc., se han sucedido por doquiera desde principios del siglo pasado.

Sedes, fechas y saldos de algunas de las tragedias más notables (la lista no es exhaustiva) registradas en estadios de futbol: Bolton, Inglaterra, 9 de marzo de 1946, 33 muertos, 43 heridos; Nápoles, Italia, 6 de noviembre de 1955, 152 muertos; Lima, Perú, 24 de mayo de 1964, 328 muertos, 800 heridos; Kaiseri, Turquía, 18 de septiembre de 1967, 40 muertos, 600 heridos; Buenos Aires, Argentina, 23 de junio de 1968, 71 muertos, 200 heridos; Glasgow, Escocia, 2 de enero de 1971, 66 muertos, 200 heridos; El Cairo, Egipto, 17 de febrero de 1974, 49 muertos, 47 heridos; Bradford, Inglaterra, 11 de mayo de 1985, 56 muertos, 265 heridos; Bruselas, Bélgica, 29 de mayo de 1985, 36 muertos, 600 heridos; Sheffield, Inglaterra, 15 de abril de 1989, 96 muertos; Guatemala, 16 de octubre de 1986, 84 muertos; Accra, Ghana, 9 de mayo de 2001, 127 muertos; Port Said, Egipto, 1 de febrero de 2012, 74 muertos, mil heridos...

En México, el inventario se inicia con el incendio del Parque Asturias, el 26 de marzo de 1939; el 26 de mayo de 1985, ocho personas perecieron por asfixia en un túnel del Estadio de la Ciudad Universitaria; fueron noticia las grescas en los estadios de León, Torreón, Guadalajara, Monterrey y Querétaro, con decenas de lesionados y múltiples destrozos, aunque -menos mal, como el sábado en Querétaro- sin víctimas fatales.

-III-

Garantizar que estas tragedias no se repetirán, es imposible. Intentar, en cambio, que ocurran con la menor frecuencia posible y tratar de reducir el saldo de víctimas o daños, es perfectamente factible.

En ese orden de ideas, aplicar paños calientes (o endosar la culpa a Rasputín, al Monje Loco... o a “los regímenes neoliberales del pasado”) sería dejar las cosas dispuestas para que la historia se reedite -en versión empeorada, si cabe-, en cuanto Dios se descuide.

jagelias@gmail.com

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