- Necedad y rudeza
Por supuesto, las versiones de que el virus que en poco más de un año ha cobrado millones de vidas en todo el mundo fue “fabricado” en laboratorios y puesto en circulación para provocar una mortandad sin precedentes o someter a toda la humanidad a los intereses de “los poderosos”, no son novedosas. Comenzaron a circular conforme avanzaba la pandemia. Esas pérfidas versiones, “corregidas y aumentadas”, se siguen difundiendo, e incluso condicionan la reticencia declarada de muchas personas a vacunarse cuando haya la posibilidad de hacerlo.
Dos jefes de estado tuvieron que ser hospitalizados después de menospreciar la gravedad de la amenaza del virus: Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos. Otros mandatarios también se contagiaron y se pusieron en manos de los médicos; entre ellos, el primer ministro británico Boris Johnson; su homólogo canadiense, Justin Trudeau, se sometió a cuarentena una vez que su esposa dio positivo a la prueba correspondiente.
-II-
Entre las voces que han recomendado acatar las indicaciones de las autoridades sanitarias y civiles, sobresalen, por su peso específico ante millones de personas, las del papa Francisco, a nivel mundial, y la del cardenal arzobispo de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega a nivel local. El Papa ha pedido “solidaridad y no competencia” en la aplicación de las vacunas; el cardenal Robles ha secundado iniciativas como suprimir las celebraciones de Semana Santa o Navidad, la tradicional romería a Zapopan e incluso cancelar las misas dominicales y respetar restricciones en las iglesias.
-III-
En contraste con esas voces, sensatas, otras difundieron la versión de que “gente muy alta en poder, en finanzas (…) ha creado este virus” para “llegar al nuevo orden” en que habría “un solo gobierno (…) y también una sola religión, que no será la cristiana”.
Anteriormente habían pregonado que el coronavirus “se cura con té de guayaba”. (Un “remedio” que, hasta donde se sabe, ni el Papa avala, ni ningún médico prescribe, ni el cardenal Robles ha recomendado a los ocho sacerdotes de su diócesis que ya fallecieron, a los 123 que se han contagiado o a los que auxilian espiritualmente a enfermos, familiares y personal médico en los hospitales que atienden pacientes por Covid-19).
Se trata, en todo caso, de un personaje (“de cuyo nombre…”) tristemente afamado por la necedad y rudeza de sus pronunciamientos públicos, y para quien parece hecha a la medida la frase de Francois Blanchard: “El silencio debiera ser la cualidad de aquellos a los que faltan las demás”.