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- Mauleón

Poblano de nacimiento, tapatío por elección, llegó a Guadalajara en los años sesentas del siglo pasado. Traía el talento para la pintura y la ilusión de escribir su propia historia en las alforjas. De ganarse honestamente el pan como hábil rotulista, y dedicar sus ocios a la pintura de caballete -los paisajes y los retratos de vírgenes y santos fueron sus primeros temas predilectos-, su don de gentes (era la cortesía y la afabilidad personificadas) le ganó espacios en la sociedad y en el ámbito cultural de su tierra de adopción. “Golpe a golpe, verso a verso” -diria Machado-, pincelada a pincelada, labró su propio pedestal como figura de las artes plásticas, desde el que recibió, con modestia sin límites, justo reconocimiento. Nadie se lo regaló. A nadie se lo arrebató. Lo trabajó paciente, incansable, afanosamente.

Ángel Mauleón Altieri falleció el sábado pasado en la ciudad que escogió para echar raíces como artista y como persona

-II-

Ángel Mauleón Altieri falleció el sábado pasado en la ciudad que escogió para echar raíces como artista y como persona.

Independientemente de las muchas obras de su autoría, Mauleón tuvo una participación destacada en la elaboración de la que quizá sea, después de los celebrados murales de José Clemente Orozco en diversos edificios públicos de la ciudad, la obra pictórica más ambiciosa que se haya realizado en Guadalajara: el mural denominado “La Historia de la Salvación”, concebido, ejecutado y dirigido en la Iglesia de San Bernardo, de la Avenida Plan de San Luis, por Alfonso de Lara Gallardo, considerado el mejor exponente del arte sacro en Guadalajara. La realización del gigantesco mural, de 260 metros cuadrados, llevó 22 años. De Lara Gallardo contó con la colaboración de Jorge Monroy -acuarelista en las ediciones dominicales de EL INFORMADOR desde hace décadas-, Luis Eduardo González, Pascual Rodríguez, Luis Eduardo Carrillo y Ángel Mauleón. Todos ellos pasaron horas en las canastillas implementadas para realizar el trabajo. Amén de las pinceladas que todos aportaron, Mauleón contribuyó con una luminosa (literalmente) y original iniciativa que facilitó la empresa y permitió ahorrar tiempo: el empleo de un proyector para ubicar en el muro “la tarea” que cada día debía realizarse.

-III-

Mauleón plasmó en infinidad de lienzos las imágenes más memorables de los viajes que realizó por todo el mundo. En julio pasado, al entregar el último de los trabajos que se le habían encomendado, se lo comunicó a su familia: “No más. Este fue el último”.

Lo hizo efectivo. Terminó la tarea. Irreprochablemente, además. Ya descansa en paz. En todo su derecho.
 

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