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- Más marchas (y II)

Dos preguntas obligadas, después de las marchas del domingo pasado en varias ciudades del país, para demandar a las autoridades “protección a la sociedad y castigo a los delincuentes”, específicamente por los feminicidios que se han vuelto recurrentes: una, si las marchas tendrán alguna utilidad; otra, si las autoridades tomarán medidas orientadas a satisfacer las legítimas demandas ciudadanas.


-II-


Empecemos por la segunda: es poco probable que las autoridades, incompetentes hasta ahora para implementar medidas eficaces orientadas a la prevención del delito en general, vayan a responder al clamor generalizado de la población con una reestructuración drástica de sus esquemas operativos; en su ADN está endosar la factura de las calamidades imperantes a los vicios de sus predecesores; no reconocer errores o modificar estrategias. Además, ya se han visto los beneficios de declarar “alertas de género” como los vigentes desde hace varios años en casi todos los estados del país, y que siguen solicitando las y los manifestantes: ninguno.


En cuanto a la utilidad de las marchas, muy probablemente será la misma que atribuyó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a las “alertas de género”: en la medida en que permiten “visibilizar el problema”, permitirán que los propios ciudadanos -incluidas, por supuesto, las posibles víctimas de feminicidios, tráfico de personas y similares- entiendan y acepten que, en este bendito país, no hay más ni mejor defensa que la propia.


-III-


Las abuelas o bisabuelas de las jóvenes que hoy quieren salir despreocupadamente a divertirse, pueden hacerlo porque en el ingreso de bares, antros y similares ya no hay rótulos de que está prohibida la entrada a las mujeres. Así como ya votan -en México pueden hacerlo desde 1953-, y así como han ganado terreno en la ocupación de plazas en aulas universitarias y centros de trabajo (los hay en que la presencia femenina es mayoritaria), las conquistas alcanzadas en las batallas por la igualdad de derechos implican riesgos... especialmente en una sociedad en que el machismo y otros patrones culturales siguen vigentes.

Han cambiado las leyes, ciertamente... pero no se han erradicado -ni hay indicios de que vayan a hacerlo en el corto o el mediano plazo- ciertas costumbres: la de ver a la mujer como un objeto, por ejemplo.

De donde se desprende una dolorosa conclusión: la relativa seguridad de las potenciales víctimas de delitos como los que actualmente aterran a la sociedad mexicana, depende ex-clu-si-va-men-te (o casi) de ellas mismas.

jagelias@gmail.com

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