- “Los dos papas” (y II)
En “Los dos papas” -la película, no el libro-, hay una escena en que el diálogo entre Benedicto XVI y el cardenal Jorge Bergoglio (hoy papa Francisco) deviene en confesión, con el primero como penitente y el segundo como confesor. De entrada, tras la fórmula inicial del sacramento, aquél alude a Marcial Maciel. En efecto: el sacerdote mexicano, fundador de los Legionarios de Cristo, que parecía ir en carrera libre hacia la santidad… hasta que se conoció su verdadera historia: la de un crápula, que incurrió en infinidad de abusos y violaciones sexuales en contra de jóvenes y niños, principalmente. El escándalo derivado de esas revelaciones fue, hasta donde se infiere, uno de los principales motivos que tuvo Benedicto XVI para renunciar al pontificado y allanar el camino para la elección de un papa (Francisco) de catadura ideológica totalmente diferente a la suya.
-II-
Bien. El caso es que el estreno de la película coincide con la difusión del informe interno en que la congregación fundada por Maciel reconoce abiertamente la veracidad de los abusos cometidos tanto por él mismo como por otros sacerdotes, y que fueron ocultados desde 1943, cuando se denunciaron los primeros casos, hasta 2006, cuando Benedicto XVI separó públicamente a Maciel del ministerio sacerdotal.
Ahora, a raíz de esa revelación, algunas víctimas -niños entonces, ancianos hoy- demandan una indemnización… por parte del Estado mexicano. Un abrupto viraje del asunto, que permite puntualizar varias cuestiones…
Primera, la complicidad sistemática -por omisión y encubrimiento- de la jerarquía eclesiástica en pleno (desde los superiores en la congregación hasta los obispos y aun los papas que tuvieron conocimiento de las denuncias y se resistieron a darles curso). Segunda, la muy probable omisión de referencias a muchos casos denunciados. Tercera, la impunidad de los autores de tales delitos -que no sólo pecados-; muchos de ellos ya murieron… pero otros aún podrían ser enjuiciados, puesto que sus delitos son imprescriptibles. Cuarta, la pifia de querer endosar al Estado -es decir, a los contribuyentes- la penitencia económica correspondiente a pecados que cometieron otros. Y quinta, lo tardío tanto del reconocimiento de las culpas como, si llega a darse, de la eventual indemnización financiera con que se pretende reparar un daño moral y sicológico a todas luces irreparable a estas alturas de la película.
-III-
Todo lo cual, por lo demás, no obsta para desear al lector amable todo género de parabienes en esta Navidad.