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- Linchamientos políticos

Las consecuencias de los videos que han sido noticia en los últimos días, eran previsibles. Más aún: se diría que esa era precisamente la intención de filtrarlos a la prensa y propiciar su difusión masiva tanto en los medios electrónicos como en las redes sociales: que de la premisa de que dos o tres personas -perfectamente identificadas, por cierto- contaban pacas con gruesas cantidades de dinero, se saltara a la conclusión de que ese dinero fue aportado por una empresa interesada en obtener contratos en forma ilícita, y terminaría en manos de funcionarios públicos -diputados federales, para ser exactos- de los que eran colaboradores, y que realizarían maniobras o tomarían decisiones que propiciarían los perversos propósitos de la susodicha empresa.

-II-

Exhibir a los supuestos participantes en una igualmente supuesta red de corrupción, es someterlos a la vindicta pública. Contar dinero es una cosa; repartir un botín, otra muy diferente. Lo primero puede ser perfectamente lícito; lo segundo implica la comisión de un delito. Insinuar, en el caso, esto último, se traduce en un juicio sumario en que la opinión pública ejerce como juez y eventualmente como verdugo. Lo de menos es la falta de pruebas; lo de menos es el derecho de todo acusado a ser oído; lo de menos es la cacareada “presunción de inocencia”... La sentencia del juez, en ese juicio sumario, cabe en el proverbial “mátalos en caliente” o en el igualmente proverbial “jusílenos; después viriguan...”.

En efecto: se trata de una forma un tanto sofisticada -incruenta, supuestamente- de linchamiento (por definición, acción de castigar o ejecutar, sin proceso, a un sospechoso o un reo). Se trata de una suerte de venganza pública, vigente en muchos países hasta el siglo XVIII, en que no solo los jueces sino los gobernantes (Poncio Pilato, el ejemplo más célebre de la historia) delegaban en la colectividad la valoración de las conductas punibles y la aplicación de los castigos... incluso en casos en que ni las conductas estaban tipificadas como delitos, ni los castigos estipulados en las leyes.

-III-

Es probable (verosímil, pues... a reserva de que se demuestre lo contrario) que detrás de los videos haya delitos, y que sus protagonistas merezcan ser tratados como delincuentes. Lo curioso es que, en el caso, la sentencia -y la ejecución de la misma- no ocurrieron como conclusión... y sí como preámbulo del proceso.

Moraleja de la historia: “Nada nuevo bajo el Sol”, que dirían los clásicos...
 

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