- Gratitud
Para el ciudadano común, la basura deja de ser un problema cuando el camión recolector la recoge... aunque sigue siendo motivo de callado reproche a los vecinos y a las autoridades por su incuria cuando se encuentra con ella -botellas, bolsas de plástico, ahora cubrebocas...-, a cada paso, tirada en plena calle, como reflejo de la negligencia y la falta de civismo (el valemadrismo, diríase en mexicano) generalizadas.
-II-
Para el ciudadano común, el conflicto entre las autoridades estatales y de los municipios conurbados en el área metropolitana de Guadalajara con los pepenadores, por la decisión -más obligada por la necesidad que tomada por convicción- de cerrar el tiradero de Los Laureles, “es problema del Gobierno”. (“Que se arreglen entre ellos; a mí, mis timbres...”).
Más allá de sus implicaciones técnicas y de las varias ocasiones que ha habido para recordar que tiempos hubo -bien hará medio siglo de ello- en que Guadalajara fue modelo, a nivel internacional incluso, por el aprovechamiento integral de la basura, el tema tiene un aspecto social que sistemáticamente se soslaya: el de las miles de personas y aun familias que en este país viven, literalmente, de la basura: no solo los indigentes que sacan de las latas de desperdicios algo que llevarse a la boca, sino los “pepenadores”.
Ocupan ellos, acaso por debajo de los “acomodadores” (o “viene-viene”) y por encima únicamente de los delincuentes, el penúltimo peldaño de la escala social.
Un estudio del Instituto de Capacitación Especializada en Sustentabilidad y Medio Ambiente (ICESMA) indica que alrededor de 200 mil personas, en México, se ganan el diario sustento merced a esa actividad. Desde menores de edad hasta “adultos en plenitud”, familias enteras han vivido, por generaciones, de la basura. Muchas nacen, crecen, se reproducen, construyen sus precarias viviendas, establecen asentamientos irregulares y mueren en los mismos tiraderos. Ellos aprovechan el 11% de la basura que -según datos de la Secretaría del Medio Ambiente- aún es reutilizable: metales, cartón, vidrio; algunos plásticos y unos cuantos objetos -aretes, anillos, monedas...- con cierto valor intrínseco.
-III-
Es, por supuesto, un oficio desagradable, insalubre y peligroso. Además de ser -muchos de ellos- analfabetos y tener problemas de desnutrición, todos están expuestos permanentemente a infecciones, heridas y lesiones, y no tienen, a cambio, ni el mínimo legal de prestaciones y seguridad social... Ni, mucho menos, la gratitud, al menos, que merecerían por hacer un trabajo que nadie, voluntariamente, querría hacer, ni querría que sus hijos hicieran.
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