- Espacios dignos
A los más ancianos de la comarca aún se les hace agua la boca al recordar -y referir, con un legítimo dejo de presunción, a sus descendientes- tanto los manjares que su paladar atesora en la memoria, como los locales en que tuvieron lugar muchas inolvidables aventuras gastronómicas de sus años mozos...
-II-
Hay, por supuesto, quien aún recuerda los locales especializados en “horchatas y chufas” de “los subterráneos” que empezaron a funcionar cuando se ampliaron, a mediados del siglo pasado, las avenidas Juárez y 16 de Septiembre: aquel inabarcable catálogo de suculencias elaboradas a base de realizar todas las mezclas imaginables -y unas cuantas inimaginables- de cuantas frutas se dan en esta que se jactaba de ser “La Sucursal del Paraíso”, con yogurt, miel y canela. Hay quienes aún suspiran por restaurantes que se volvieron tradicionales, proverbiales y característicos de aquella Guadalajara que era, sin duda, una de las ciudades más “vivibles” (con la venia de Eugenio Ruiz Orozco, posible inventor de ese afortunado neologismo) de la República: las tortas de Emiliano, el pozole de Castorena, el pollo “a la Valentina”, el menudo de “El Pingüino”, las “coyotas” del "Delicias de Sonora"...
Todos aquellos restaurantes, más los cientos de cenadurías que se esconden en el polvoriento tapanco de la memoria, más allá de los olores y sabores que su sola mención evoca, eran, por sobre todas las cosas, remansos apacibles; oasis de bienestar en que se refugiaban las parejas y aun familias enteras al caer la tarde o a la salida de los cines que abundaban en el Centro: los Variedades, Alameda, Metropolitan, Avenida, De las Américas, Reforma, Diana..., por citar solo a los más “pomadosos”.
-III-
Es difícil que los cines de antaño vuelvan a operar como tales. Es probable, en cambio, que la apertura de nuevos restaurantes en el Paseo Alcalde, no solo propicie, como anhelan los restauranteros (EL INFORMADOR, II-8-22), la recuperación económica de la zona -tan degradada, tan venida a menos en todos aspectos-, la creación de fuentes de trabajo y los correspondientes empleos, sino, sobre todo, la regeneración social del primer cuadro de la ciudad.
Si, como se ha dicho, autoridades y particulares hacen cada quien su parte para que en la zona haya espacios -jardines, mobiliario urbano...- seguros, limpios, bien iluminados (¡dignos, en una palabra!), es probable que Guadalajara vuelva a tener el Centro que merecen sus habitantes..., y que alguna vez fue -tiempo pretérito- uno de sus encantos.
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