- “Dios contra todos”
Dos son los temas de conversación predilectos de la generalidad de los taxistas: uno, la explotación inicua de que son objeto por parte de sus patrones (los dueños –ocasionalmente acaparadores— de los “permisos”, a los que tienen que pagar una “liquidación” diaria por permitirles trabajar la concesión gubernamental que regula ese servicio); el otro, los robos y/o asaltos de que han sido víctimas ellos mismos o sus colegas…
-II-
En la historia de Eduardo Torres hay apenas un elemento que se sale del esquema consabido. No que él, obligado por el desempleo (en el Estado que es “líder nacional del empleo”, valga la acotación), decidiera darse de alta como chofer en una de las plataformas en boga, para proveer el sustento de su esposa y dos hijos. Tampoco que la noche del lunes, mientras descansaba en su casa, se enterara de que se activaba la “tarifa dinámica” a raíz de un concierto en el estadio de las “Chivas”, y decidiera sacar el automóvil… El problema comenzó cuando un cliente lo abordó y le pidió tomar una ruta determinada, sin especificar su destino. Eduardo activó una alarma en su teléfono celular. Varios de sus colegas le siguieron la pista… Lo encontraron, pasada la media noche, en una brecha a inmediaciones de Tlajomulco. Estaba sin vida. El o los ladrones lo despojaron del teléfono celular, la billetera y el automóvil.
El episodio provocó un par de manifestaciones, en que participaron centenares de colegas suyos: primero, el martes, a las oficinas de la empresa que tiene la concesión; después, ayer, a Palacio de Gobierno. La demanda de los choferes estriba en condicionar la prestación del servicio, primordialmente, a la plena identificación de los pasajeros (mediante sus credenciales de elector, por ejemplo), y a que el pago del servicio se haga exclusivamente mediante tarjeta de crédito… Como resultado de las manifestaciones, la “h.” Autoridad tuvo a bien sacarse de la manga un comodín: resolvió “convocar a una mesa de diálogo, en busca de soluciones”.
-III-
En lo que éstas llegan –si es que llegan…—, el episodio remitió al tiempo en que los taxistas, en el entonces Distrito Federal, consiguieron que se les permitiera traer armas para defenderse de posibles asaltantes, y al poco tiempo se les revocó… porque muchos de ellos se habían convertido en asaltantes.
Moraleja de la historia (como en la película “El Enigma de Kaspar Hausser”): “Cada quién para sí mismo… y Dios contra todos”.