- Desplante autoritario
Es lo único que faltaba: que en el conflicto de la actual administración municipal con una de las tradiciones de Guadalajara que se resisten a morir, haya mártires…
-II-
Se trata de la ocurrencia de sustituir las “calandrias” que desde hace 100 años (y contando…) hacen recorridos turísticos por el primer cuadro y por un circuito que comprende la zona en que aún se conservan –transformadas en boutiques, restaurantes, escuelas o lo que sea— vestigios de las colonias residenciales de la Guadalajara de hace un siglo.
Los “animaleros” a ultranza, que se habían anotado una de sus victorias más emblemáticas al conseguir que en los circos se prescindiera de los especímenes de la variopinta fauna que –a la par con trapecistas y payasos— hicieron las delicias de muchos niños que hoy son abuelos, convencieron a los actuales gobernantes de la ciudad de que utilizar carruajes similares a los que constituyen uno de los atractivos de muchas ciudades europeas (las calesas sevillanas, las boticellas romanas, etcétera) y estadounidenses, lejos de constituir una costumbre civilizada, es un acto de barbarie.
Así, aduciendo que valerse de los caballos como bestias de tiro –como se ha hecho desde hace siglos— es una forma de maltrato, consiguieron el consenso de la comuna (como siempre: “El Supremo Gobierno que no se equivoca nunca” de que hablaba Pito Pérez) para sustituir las calandrias por un híbrido motorizado.
-III-
La decisión, como era previsible, fue interpretada por los “calandrieros” como una arbitrariedad; como un desplante autoritario; como un atropello contra las tradiciones; como una agresión de los gobernantes a la que ha sido, por generaciones, su forma –digna y honesta por lo demás— de ganarse la vida.
La presencia de varios de ellos, en plantón permanente, en huelga de hambre, en los portales de la Presidencia Municipal, denota que el conflicto se ha radicalizado. La autoridad no sólo no ha encontrado una fórmula conciliatoria –confinar a las “calandrias” tradicionales a ciertas rutas (el primer cuadro y eventualmente al Paseo Alcalde que el año próximo comenzará a funcionar como tal), por ejemplo— y procurar que gradualmente se les sustituya por las nuevas… si éstas conquistan el beneplácito de los turistas y adquieren carta de ciudadanía, sino que ha sido incapaz de resolver las diferencias mediante el diálogo civilizado.
El conflicto ha llegado al punto de que algunos de los “calandrieros” –que lo han sido toda la vida— ya lo decidieron: “De aquí nos levanta el Semefo...”.
¿Será posible…?