- De Guatemala… a Guatepeor
Con el “plus” -efímero, pero en fin…- del tradicional alumbrado navideño en el Centro y algunas de las principales avenidas de la ciudad, y aunque inconcluso todavía, el “Paseo Alcalde”, según las autoridades salientes, ya está en condiciones de ser disfrutado, como tal, por lugareños y turistas.
-II-
Se trata -vale recordarlo- de una obra coyuntural. El cierre total obligado de la avenida Alcalde y el parcial de 16 de Septiembre, desde hace tres años, para construir el túnel y varias estaciones de la Línea 3 del Tren Eléctrico Urbano (“la obra del sexenio” en Guadalajara), dio pie a que la administración municipal, encabezada a la sazón por el hoy gobernador electo de Jalisco, Enrique Alfaro, se propusiera darle otro carácter a esa arteria. De ser una avenida ruidosa, contaminada, hostil, pletórica de automóviles, atiborrada de autobuses urbanos, se convertiría en un “paseo” tranquilizado, “amable” de preferencia, destinado primordialmente a los peatones…
El entonces alcalde pronosticó que sería “la nueva (avenida) Chapultepec”, y aventuró que Guadalajara tendría, ipso facto, “el mejor Centro histórico de México”.
A reserva de comprobar las bondades de la pretendida metamorfosis, entre los tapatíos ha habido consenso: hasta ahora, al cerrar la circulación vehicular, en detrimento de avenidas y calles paralelas, y al desviar las rutas de camiones hacia vialidades estrechas, inadecuadas para desahogarlas, “salimos de Guatemala… y entramos a Guatepeor”.
-III-
Ante el temor de que “la nueva (avenida) Chapultepec” se convierta en una réplica de la antigua zona residencial, reconvertida en “la cantina más grande de Guadalajara”, llena de bares, centros botaneros y similares, algún naciente organismo de la sociedad civil ha sugerido, por una parte, que se promuevan actividades culturales y eventos que propicien el restablecimiento de la vida de barrio, y que, por otra, se tomen medidas para preservar al incipiente “paseo” de la posible (y previsible) degradación a que puede conducir el afán de lucro -legítimo, desde cierta perspectiva- de los propietarios de las antiguas casonas que aún quedan en la zona.
En tanto, en el entendido de que el Centro de Guadalajara -como el de todas las ciudades del mundo que, más que crecer, se desparraman- difícilmente recuperará el talante amable y el sabor provinciano de los tiempos idos, se antoja improbable que Guadalajara llegue a tener, efectivamente, en el corto o mediano plazo, “el mejor Centro histórico de México”… aunque se le quiera ver con ojos de madre cuerva.