- Cultura vial
Entre el amable “pueblo bicicletero” que hasta mediados del siglo pasado fue Guadalajara, y la gigantesca mancha urbana actual, media un abismo, ciertamente. Para los recorridos habituales de muchos de sus habitantes, empero, la bicicleta, por la topografía de la ciudad y por su clima, sigue siendo el medio de transporte ideal. No solo se explican, por tanto, sino se justifican plenamente los afanes de sus autoridades, notorios desde hace varios años, por promover el uso de esos vehículos, amigables con la salud y con el medio ambiente, e invertir recursos públicos en habilitar y dar mantenimiento a carriles especiales e implementar esquemas como el uso de bicicletas públicas.
-II-
Encomiables y todo, dichos afanes, empero, han tenido imperfecciones. La mayor de ellas, casi seguramente, la insuficiente promoción de la cultura vial de automovilistas, ciclistas y de toda la población. Se habilitan ciclovías; se destinan espacios de muchas calles a las bicicletas, restringiéndoselos al transporte motorizado, pero en muchos casos esos espacios están notoriamente subutilizados: claro indicio de que fueron implementados de manera caprichosa y arbitraria; errónea, en una palabra.
Hay, además, realidades dolorosas: la evidente falta de respeto de muchos automovilistas hacia los ciclistas, y la misma actitud de muchos ciclistas hacia los peatones. Adicionalmente, el insuficiente número -por no decir la carencia absoluta- de agentes viales que vean por el respeto generalizado a las normas de seguridad y convivencia previstas en leyes y reglamentos, que así, sin autoridades que las hagan cumplir, se quedan en el plan de letra muerta.
-III-
Es inexacto que la anarquía en esa materia obedece a que las leyes, desde hace muchos años, abrogaron el uso obligatorio de placas en las bicicletas. En los países del Primer Mundo en que notoriamente hay más bicicletas que automóviles y quizá tantas como habitantes, las bicicletas tampoco tienen placas. Y, sin embargo, los ciclistas se esmeran por circular de manera segura y ordenada, sin exponerse a ser arrollados por los vehículos motorizados en las calles…, pero sin invadir banquetas y zonas peatonales en detrimento de los viandantes… Y los policías -no solo los agentes viales- vigilan para que así sea.
Ni Roma se hizo en un día, ni la cultura vial se adquiere de la noche a la mañana, ciertamente..., pero algo deben hacer, tanto las autoridades como los ciudadanos, porque circular en la vía pública no sea una temeridad ni una variante de la bárbara ley de la selva, sino un ejercicio de civilidad. Así sea.