Ideas

- Corrupción impune

Rosario Robles es, hoy, lo que en otros tiempos fueron Elba Esther Gordillo, Joaquín Hernández Galicia o Jorge Díaz Serrano: figuras públicas caídas en desgracia de manera espectacular e intempestiva.

-II-

Sería prolijo repasar, con lujo de detalle -incluidas las tortuosas maquinaciones que en torno a ellas se tejieron-, sus historias. De manera sumaria vale recordar que “La Maestra”, lideresa “moral” del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, estuvo procesada, primero encarcelada y sometida a prisión domiciliaria después, desde 2013 hasta 2018, acusada de lavado de dinero y delincuencia organizada; finalmente, un juez la exoneró de tales cargos. “La Quina”, líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros, fue detenido en enero de 1989, sometido a proceso, sentenciado a 35 años de cárcel por acopio de armas, y amnistiado en 1997. Díaz Serrano fue desaforado como senador por Sonora y a continuación acusado de fraude por 35 millones de dólares durante su gestión como director de PEMEX, en la compra de dos buques tanque con sobreprecio; estuvo cinco años en prisión, y a la postre quedó en libertad, exonerado de los delitos de los que se le acusaba. Rosario Robles, como es del dominio público, fue sometida a prisión preventiva por dos meses, acusada de “ejercicio indebido del servicio público”, en la modalidad de omisión por -supuestamente- no haber notificado a sus superiores (entre los cuales el ex Presidente Peña Nieto) de “irregularidades” -la llamada “estafa maestra”- cometidas por funcionarios de las dependencias gubernamentales de las que ella fue titular.

-III-

La “vox populi” concuerda en que la corrupción es, desde tiempo inmemorial, el cáncer que corroe al aparato gubernamental en México. El actual Presidente de la República ha hecho de su guerra declarada contra ese flagelo una de sus banderas: la que le dio, seguramente, muchos de los votos que lo llevaron a la Presidencia; la que le permite mantener, a despecho de  que “gobernar desgasta”, altos niveles de credibilidad entre los ciudadanos.
Sin embargo, ni en los tiempos de la cacareada Renovación Moral de la Sociedad, ni en los actuales, se han dado los golpes que la opinión pública quisiera ver -significativos, suficientes, emblemáticos al menos- en contra de quienes han aprovechado cargos públicos para enriquecerse y no para servir al pueblo.

Como en la mayoría de los asesinatos o los delitos patrimoniales, en el saqueo sistemático de las arcas públicas la impunidad es la regla... y la aplicación estricta de la ley, la excepción.
 

Síguenos en

Temas

Sigue navegando