Ideas

- Cifras macabras

Hace tres años -por estas fechas, precisamente-, todo mundo hablaba de “los trailers de la muerte”. No se trataba de ninguna película mexicana (con la actuación estelar de Rosa Gloria Chagoyán), sino de los 444 cadáveres que ya no cabían en la morgue del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) y circularon en dos camiones refrigeradores por diversos rumbos de la ciudad, hasta que los vecinos los detectaron, los denunciaron y obligaron a las autoridades a “tomar medidas” (según San Lucas)...

Las cosas no han cambiado demasiado. La noticia más reciente (EL INFORMADOR, IX-6-21, p. 1-A) señala que Jalisco tiene la dudosa distinción de ser el estado con mayor número de personas desaparecidas (más de trece mil entre marzo de 1964 y julio de 2021), y el cuarto en rezago en materia de identificación de cadáveres.

-II-

Las cifras macabras que complementan la información son atroces. Evidencian, por una parte, la incidencia delictiva -al parecer incontenible-, considerando que cada cadáver remitido al IJCF corresponde a una muerte violenta (un homicidio, generalmente); y exhiben, por la otra, la escandalosa y casi absoluta incompetencia de las autoridades encargadas -en teoría- de esclarecer delitos y sancionar delincuentes.

Hasta el lunes pasado, según la nota referida, había más de 52 mil cuerpos sin identificar en las bodegas de la muerte de todo México, cinco mil 738 de los cuales en Jalisco. (Obvia subrayar el notorio subregistro, pues se omiten los cientos o quizá miles de cadáveres sepultados en fosas clandestinas que aún no han sido descubiertos, o disueltos, incinerados, desmembrados, abandonados en barrancos, basureros, ríos o solares desolados, y que difícilmente serán recuperados y menos aún identificados algún día).

-III-

Duele decirlo, pero no hay en el horizonte, en esa materia, ninguna señal alentadora, por mínima que sea. Todo indica que esas cifras atroces, indignas de una sociedad civilizada, irán en aumento, día con día, por tiempo indefinido.., a despecho del discurso oficial según el cual en este bendito país “ya no hay impunidad”.

Por contrapartida, las posibilidades de que sean identificados esos miles de cadáveres, al efecto de que sus familiares tengan al menos la relativa tranquilidad de conocer el triste desenlace de sus vidas y puedan darles, a falta de una muerte digna, digna sepultura, son prácticamente nulas. Las de que esos delitos se “esclarezcan” (bonito verbo), otro tanto. Y las de que se identifique, localice, aprehenda, procese y aplique a sus autores “todo el peso de la ley”, por lo consiguiente.

jagelias@gmail.com

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