- Causas… y métodos
Las manifestaciones ciudadanas en la vía pública siempre han generado división de opiniones. Quienes se informan acerca de las causas, muchas veces las justifican; las encuentran razonables; estiman que encuadran en la consideración del legislador al autorizar expresamente la realización de “asambleas o reuniones que tengan por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto a alguna autoridad” (Artículo 9º., párrafo segundo, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos). Quienes han observado el desarrollo de muchas de las que recientemente han tenido lugar en la Ciudad de México, Guadalajara u otras ciudades del país, pero sobre todo quienes han sufrido en carne propia, en sus bienes -comercios, residencias o automóviles- o en el mobiliario público los efectos de insultos, agresiones o destrozos, reprueban los métodos de que se valen los (o las) manifestantes para dejar constancia de sus demandas.
-II-
De hecho, el precepto constitucional que autoriza las manifestaciones en la vía pública, señala que éstas “no se considerarán ilegales ni podrán ser disueltas”... aunque condiciona su legalidad: “si no se profieren injurias” contra la autoridad hacia la que se orientan, “ni se hiciere uso de violencias o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desee”.
Antes de la “megamarcha” convocada para la tarde de ayer en la Ciudad de México “para exigir la erradicación de la violencia en contra de la mujer”, tanto las autoridades capitalinas como los particulares extremaron las medidas de prevención; las primeras colocaron vallas y dispusieron la vigilancia policiaca adecuada para evitar -idealmente…, o reducir, al menos- actos de vandalismo; los segundos colocaron refuerzos de madera sobre sus escaparates y cerraron los negocios en el horario vespertino, para proteger a los potenciales clientes y a sus propios trabajadores. Claras señales de que, a la vista de múltiples antecedentes, alimentaban serias dudas de que se cumpliera la promesa de que la protesta sería tan “pacífica” como se anunció… (y pruebas de que, como reza el adagio, “El que se quema con leche, hasta al requesón le sopla”).
-III-
Hay división de opiniones, pues, entre la simpatía con respecto a las causas de muchas manifestaciones, y la reprobación a los métodos de que se valen los manifestantes y los grupos anarquistas que con frecuencia se infiltran entre ellos para hacerse escuchar.
Lo cierto es que los métodos, cuando son reprobables, abonan poco a favor de las causas…, por legítimas que éstas sean.