Ideas

- Apretar clavijas

El Gobierno, como “El Cuetero” del refrán, de ninguna manera queda bien: si toma la decisión de accionar el “botón de emergencia” para restringir durante dos semanas la movilidad de los ciudadanos, afecta muchas actividades económicas y/o sociales intrínsecamente lícitas, e incomoda a quienes consideran que se menoscaba su libertad; si, por el contrario, opta por “dejar hacer, dejar pasar” en vez de tomar medidas para reducir contactos y en consecuencia posibles contagios del virus que ha puesto en jaque a toda la población mundial, y las cifras de infecciones y defunciones se disparan, se expone a que se le acuse -y con razón, casi seguramente- de  negligencia criminal.

En esas condiciones, lo pertinente por parte de quienes tienen la responsabilidad de establecer normas de conductas que beneficien a la colectividad (que eso significa gobernar, y aplica lo mismo para las familias que para los más amplios grupos sociales), es poner en la balanza pros y contras de las opciones posibles, y pronunciarse por la que se traduzca en el bien mayor... o en el mal menor.

-II-

Es el caso. Negar que la población, en general, ha relajado las normas sugeridas por las autoridades sanitarias y secundadas por las autoridades civiles, es querer engañarnos a nosotros mismos. Además, ahí están las cifras de contagios y defunciones para probarlo...

Se han reducido riesgos al cancelar celebraciones ordinariamente multitudinarias (ritos y tradiciones de Semana Santa, conciertos y eventos deportivos, el Festival de Mayo, el Festival del Mariachi y la Charrería, celebraciones folklórico-religiosas como la romería a Zapopan, la Feria Internacional del Libro, etc.), pero es obvio que no ha sido suficiente. El virus sigue causando estragos no obstante que, aprovechando las bondades de la tecnología, las escuelas continúan cerradas y muchas empresas han optado por el trabajo a distancia.

Sin embargo, el transporte público es un foco de contagio potencialmente alto, y no se han reducido en la medida de lo deseable las reuniones en antros, bares y similares, ni las fiestas o reuniones en que decenas y aun centenares de personas interpretan como una victoria individual y colectiva desafiar los riesgos sanitarios y despreciar las recomendaciones de la autoridad.

-III-

Cuando se tomaron las primeras medidas obligadas por la pandemia, el Gobierno del Estado apeló primordialmente a la responsabilidad individual de los ciudadanos. En la medida en que esa responsabilidad se relajó, la autoridad ha tenido que apretar las clavijas. Y en eso estamos...

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