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- Ambulantaje

El tema, de varios años a la fecha, se ha vuelto recurrente. Primero, gradualmente, en algunas de las zonas más concurridas por peatones, aparecen, como por generación espontánea, vendedores ambulantes de artículos de temporada -cubrebocas, gorros, guantes, bufandas, paraguas, impermeables, cuadernos, envolturas para regalos...- por ejemplo. Poco después, también gradualmente, se incorporan los vendedores de fruta picada, botanas, helados, baterías, audífonos, anteojos, relojes... En unas semanas, dichas zonas se convierten en auténticos tianguis. Los comerciantes establecidos protestan por la “competencia desleal” que significa el comercio informal. Las autoridades intervienen cuando la situación se torna conflictiva, el ruido y el desbarajuste llegan a niveles excesivos, y advierten que entre los artículos que se ofertan indiscriminadamente en la vía pública, hay muchos “de dudosa procedencia”; que los alimentos no cumplen con las normas mínimas de higiene...

-II-

El comercio es -o puede ser- una forma honesta de ganarse la vida, a la que todos los ciudadanos en este país tienen derecho. Sin embargo, la proliferación de esa forma de comercio genera ruido, suciedad y desorden; atenta contra la sana convivencia; molesta a los viandantes; desagrada a los turistas; perjudica a los comerciantes establecidos; degrada el entorno; propicia conductas delictivas...: quebranta, en fin, los reglamentos que deberían aplicarse precisamente para propiciar una relación armoniosa de todos los sectores sociales.

Más allá de sanciones como la imposición de multas (que pocas veces se pagan porque suelen ser superiores al valor de la mercancía) y el decomiso de mercancías (que pocas veces son recuperadas porque sus dueños no pueden acreditar su procedencia legal), la autoridad diseña estrategias para erradicar el comercio informal, y suele proponer a quienes lo ejercen la opción de ocupar espacios en los mercados municipales. Empero, suele ocurrir que esos espacios están disponibles porque fueron abandonados por otros comerciantes... porque no resultaban rentables, por deficiente mantenimiento de los locales -imputable tanto a los locatarios como a las autoridades-, o por falta de clientes cuando las características del vecindario se modifican.

-III-

Los analistas de fenómenos sociales concuerdan en que el comercio informal es el penúltimo escaño de la escala profesional: el último recurso de los desempleados -con título universitario muchos de ellos- antes de dar el paso hacia la delincuencia en cualquiera de sus modalidades.

La clave, pues, no está en “combatir” al ambulantaje, como pretenden las autoridades, sino en dar opciones a quienes de esa actividad dependen para llevar el pan a la mesa de sus hijos.

jagelias@gmail.com
 

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