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El sueño de hacer vino en Jalisco

Nuestro Estado lo tiene prácticamente todo: comida, lugares hermosos, actividades, riqueza natural, pero fabricar vino le pone más brillo a la región

Hay varias características que hacen del Lago de Chapala un destino turístico de interés. Además de ser el lago más grande de México, hay una faceta poco explorada pero que cada vez va tomando mayor fuerza: las inmediaciones del vaso lacustre poseen un microclima con las propiedades necesarias para que se dé la vid, y por lo tanto la producción de vino.

Entre los viñedos que ya embotellan sus productos está la Finca La Estramancia, negocio familiar dirigido por Gerardo Torres. Ubicada en San Luis Soyatlán (municipio de Tuxcueca), en este terreno la plantación de las vides comenzó desde 2008. Desde 2017 empezaron a embotellar pero no fue hasta el pasado 2020 cuando empezaron la comercialización.

INICIOS. El campo de la finca La Estremancia inició con tan solo 100 plantas de uva Tempranillo. EL INFORMADOR/ A.CAMACHO

Todo comenzó con el deseo de tener una casa de campo, un proyecto personal que se cruzó con un sueño al pasear por las aguas del Rin, en Alemania. El río teutón está rodeado en su ribera por plantaciones de vid. Luego de pasar varios días navegando por ese paisaje el sueño fue inevitable: una noche Gerardo vio entre sueños su terreno plantado con vides, según nos platicó el día de la cosecha de los racimos.  

Al regresar a México y por negociar otro terreno Gerardo conoció a Serapio Ruiz, una persona que lo ayudaría en sus primeros pasos en la vitivinicultura. Esta coincidencia apuntaló el sueño, con el obsequio de las primeras cien plantas, de la uva Tempranillo. Serapio trabajó durante más de tres decenios como injertador de vides en Napa: de regreso en México fue de los pioneros en la plantación de vides alrededor del Lago de Chapala.

COSECHA. En dos hectáreas de Finca La Estremancia predominan uvas como Shiraz, Malbec, Tempranillo y en total son unas siete mil plantas. EL INFORMADOR/ A.CAMACHO

Son tres tipos de uva los que predominan en sus dos hectáreas: Shiraz, Malbec y Tempranillo, que suman más de 7 mil plantas. De la cosecha surgen cuatro vinos: dos tintos, un rosado y un rosado espumoso, con un total de producción cercano a las seis mil botellas. Estas cuatro etiquetas presentan un tanino medio, con un volumen de alcohol de 12 en todas sus variedades. Junto con otros expertos en la vid en La Estramancia prueban con otras uvas, como Garnacha, Pinot Meunier y Greco di Tufo.

El nombre de La Estramancia proviene de un herrero que trabajaba en la construcción de la casa contigua al viñedo. Gerardo le preguntó al trabajador cómo iba mientras trabajaba sentado a 40 grados bajo el Sol y soldando la estructura. “Aquí con esta Estramancia del arquitecto”. Gerardo propuso el nombre con su familia y quedó: como retícula la estructura está plasmada en las etiquetas de sus cuatro botellas, con variaciones de color según el tipo de vino.

Son varias las cualidades que hacen a la región apta para el trabajo de la vid. Por un lado el clima y la humedad que provee el lago, y por otro la constante en el suelo. En las inmediaciones del Lago de Chapala encontramos terrenos notables por su capacidad de filtración, con un suelo rocoso que permite que el agua drene fácilmente cuando es temporada de lluvias y que esté seco el resto del año.

Para Gerardo, el sueño de dedicarse a los vinos nace de un hobby, pero además tiene una vocación de colaboración con el entorno inmediato. Desde La Estramancia es también incentivar la cultura del vino en la localidad, pues es un terreno fértil para las vides gracias a su microclima. Gerardo Torres espera que la industria vitivinícola de Jalisco tome mayor fuerza, pues al igual que él, seguro hay más personas que tienen este sueño: “Y todos tenemos un sueño en la vida, hay que caminar tras él para lograrlo”.

Para Gerardo, parte del sueño es también la transformación de San Luis Soyatlán y el resto de la región, para que crezcan en sus horizontes de plantación y no solo se limite al maíz. Por ello cuando es alta la temporada de trabajo (como las jornadas de cosecha) invita a trabajadores de la localidad, para que se familiaricen con las vides.

PRODUCTO. Las cuatro etiquetas de la Finca La Estremancia conforman la oferta de dos tintos, uno rosado y un rosado espumoso; en la foto, Gerardo Torres (fundador de la marca) muestra un ejemplar de la producción. EL INFORMADOR/ A.CAMACHO

Un lugar para visitar

Ya como viñedo con botellas en el mercado, Finca La Estramancia abre sus puertas para el enoturismo. Aunque contemplaron un espacio para pernoctar, actualmente por la pandemia ese proyecto está pausado, pero sí es posible visitar el viñedo y hacer un recorrido por las vides, además de catar los caldos. En el lugar hay también una sala de degustación. 

FLORECIENDO. Sylvia Penski y su esposo han estado muy metidos en el mundo del vino; su gusto lo han podido llevar a la realidad desde hace años. CORTESÍA/ SYLVIA PENSKI

El principio de una tradición

El imán del microclima en Chapala ha llamado la atención de varios entusiastas de la vid, como la empresaria Sylvia Penski, quien nos platicó sobre su viñedo y el estado de la vitivinicultura alrededor del lago: “Mi esposo y yo siempre hemos estado en un grupos de vino y maridaje, hemos estado muy en contacto con zonas vinícolas en diferentes partes del mundo”.

El gusto por los vinos encontró en su situación un buen lugar para florecer: “El terreno lo teníamos desde hace muchos años, no teníamos idea de que fuera a ser un viñedo. Hace unos ocho años sabíamos que había un señor en San Luis Soyatlán, que trabajó muchos años en Napa, con las uvas. Nunca perdió sus raíces y regresó para plantar su viñedo”.

Esta persona es Serapio Ruiz (el mismo que ayudó a Gerardo Torres en sus inicios), quien no pudieron contactar cuando lo buscaron, pero el destino estaba dispuesto a ponerlos en el mismo camino: “Un día llegó al consultorio de mi esposo, era la persona que queríamos conocer. Él nos invitó a su viñedo, como he estado metida en el mundo del vino surgió la idea, bajo su tutela”.

VIÑEDO. La cosecha se ha desarrollado bajo la tutela de Serapio Ruiz, un experto que trabajó en Napa y volvió a México como un pionero en la plantación de vides en Chapala. CORTESÍA/ SYLVIA PENSKI

El profesional de las uvas ha estado experimentando con varias uvas, con diferentes clones para ver qué tipo uva se adapta mejor al suelo y clima de la ribera de Chapala. En cuanto a la producción de Sylvia, ella cuenta con casi una hectárea plantada, con terreno para plantar más: “Soy la más pequeña de los que estamos produciendo: mi vecina tiene 1.5 hectáreas, el maestro Serapio tiene unas 20 mil plantas”.

Incursionar en la producción de uvas llevó a Sylvia a profundizar en sus conocimientos: “Cuando empezó a ponerse en serio no era suficiente saber catar, tomé un diplomado de sommelier, luego fui a un entrenamiento de cómo hacer vino en Ensenada”.
Debido a su mayor cercanía con el Ecuador (a diferencia de otras zonas vitivinícolas del continente, como el Norte de México, el Sur de Estados Unidos o Chile y Argentina), en Chapala la situación se presta para tener dos vendimias al año, algo inusual y que les permite experimentar más con la producción: “Ha sido una característica con nosotros, no sabemos si es bueno o no, porque en realidad los viñedos son jóvenes, pero ha habido buena respuesta. Hay varias variedades que funcionan muy bien aquí, como las que hay en Europa en la zona mediterránea”. Shiraz, Malbec, Tempranillo y la Garnacha tinta son las variedades de uva en las que se ha enfocado.

Al igual que otros vitivinicultores de la zona, Sylvia resalta el interés de las personas por conocer los viñedos alrededor de Chapala: “Se nos acerca mucho la gente porque conoce y se entusiasma”.

Actualmente están en proceso con los trámites para la venta de su vino embotellado: “Todo se hizo muy lento en el tema de la COVID-19. Sí hay producción, no está a la venta. Sí tenemos visitas privadas”.

Lo que producen son “vinos artesanales, tenemos cosecha y selección manual, pues todo es hecho a mano. Hay poca maquinaria involucrada en el proceso. Mi filosofía es hacer el vino de la manera más natural y apegado a lo que representa la fruta: convertir en vino el jugo de la fruta utilizando solo lo indispensable”.

UN IMÁN. Gracias al microclima del Lago de Chapala se ha desarrollado una importante industria al rededor vitivinícola, así lo comparte la empresaria Sylvia Penski. CORTESÍA/ SYLVIA PENSKI

Ya que la presencia de los viñedos llama la atención de los aficionados a los vinos tintos y blancos, Sylvia señala una naciente necesidad de mayor infraestructura turística, como restaurantes y hoteles: “El potencial es mucho, es una zona en la que se ha demostrado que la vid sí crece. Tiene sus características, no se da en todos los niveles”.

Para los interesados en emprender con un viñedo alrededor de Chapala Sylvia comentó varios requerimientos: “Primero valorar si el suelo está apto, que tenga buen drenaje. Y segundo que la persona esté enamorada, es un trabajo muy intenso”.

MQ

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