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Lincoln Nautilus: El paisaje disfrutado con confort

Baja California ofrece panoramas espectaculares que se gozan mejor con un Lincoln

Viajar por carretera de Tijuana con dirección a Baja California Sur es algo que todos deberíamos hacer algún día. Los que tuvimos ya la oportunidad de hacerlo, tenemos ganas de repetirlo. Pero si lo podemos hacer en un vehículo como Lincoln Nautilus, todo será aún más placentero.

Era una mañana de lunes cubierta de niebla cuando nos subimos a la Nautilus en Tijuana. Llenamos el tanque, maletas acomodadas y la primera parada, casi obligatoria para quienes visitamos con poca frecuencia la zona, fue en Rosarito, para degustar con inmenso placer unos tacos de langosta.

De ahí el manejo de un sólo tirón hacia San Quintín, donde la necesaria noche de descanso nos dejaría listo para el tramo mayor del viaje. Era importante despertar temprano, porque esa vista del amanecer con el mar depositando un beso gentil en las arenas color miel, antes mismo de poner su calor sobre nuestros rostros, se disfruta mucho más en ese momento. Pero de nuevo, la niebla nos cambió la imagen. Aun así, las líneas de la Nautilus lucían bonitas, orgullosas, agradecidas de tener un entorno digno.

Ahora, otra vez carretera. El primer tramo es vertical hacia abajo, con dirección a Guerrero Negro. Cinco horas de camino sin gasolinera, donde agradecimos el bajo consumo de la Nautilus híbrida (13 km/litro). 

El paisaje pasaba a ser más árido. La carretera en mal estado y con pocas curvas al principio, que pese a vivir paralela al mar, parece esconderse de él, tímidamente, cuando debería más bien estar orgullosa de ofrecer una belleza igual de espectacular, pero mucho más variada.

El modelo cuenta con aire acondicionado personalizable y una pantalla panorámica. CORTESÍA

A partir de ahí comienza el cruce desde el Pacífico hacia el Mar de Cortés, probablemente el más deslumbrante de toda la ruta, en especial el cruce de pequeñas montañas hechas de grandes rocas, que miran a la carretera como una indeseada cicatriz en su otrora inmaculado cuerpo, para deleite de los egoístas viajeros que tenemos el privilegio de verlas.

La Nautilus sorteaba los baches con gracia o los absorbía con suavidad, jamás molestando a los pasajeros, como se espera de un Lincoln. Después de otra serie de montañas, el Mar de Cortés empezó a dejarse ver. Primero furtivamente, luego, una vez que “agarramos confianza”, en todo su esplendor, con su azul contrastando con las arenas sonorenses al fondo. Créanme, es de los parajes más bonitos que pueden verse en este planeta, poco valorado por muchos simplemente por su cercanía.

Fueron 12 horas de camino, incluyendo paradas para gasolina, comida y otras… necesidades. Más de la mitad de ellas sin conexión de celular. Ahí, se platica y se deleita con la vista, no con terceras personas.

Después de la segunda noche en Puerto Escondido, cerca de Loreto, el camino a La Paz, destino final. Éste comienza con montañas, curvas peligrosas y vistas espectaculares. Luego una serie de rectas donde la Nautilus mostró que rebasar otros autos es una de las cosas divertidas que su máquina híbrida con 310 HP puede hacer.

Cuatro horas más tarde estábamos sentados en malecón de La Paz, con una temperatura de 35 grados, una cerveza fría y unos tacos de camarón -al estilo La Paz, obviamente-; adelante de nosotros, junto con una sonrisa en el rostro por otra aventura vivida, ahora con más confort que nunca, gracias a la Lincoln Nautilus.

Sergio Oliveira/La Paz, BCS

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