La cima del refinamiento
Si un Rolls-Royce es sinónimo de lujo y sofisticación, uno eléctrico aumenta esas virtudes
Cuentan los mitos que en un Rolls-Royce, su control de vibraciones del motor es tan bueno, que es posible poner una moneda parada en su costado arriba de la máquina y acelerar a fondo sin que se caiga la moneda. Algunos han intentado hacerlo, incluso con éxito. En este Spectre esa prueba se vuelve obviamente obsoleta, porque sus dos motores eléctricos, sin vibraciones, sólo amplifican al máximo su refinamiento, añadiendo además la ausencia de ruido.
El Spectre es el sucesor natural del Wraith, con sus dos puertas suicidas y sus largos cofre y línea de techo. La pintura puede ser bitono, pero en el caso del que condujimos era monocromático, negro.
Se destacan los rines cromados de 23 pulgadas, mayormente tapados para ayudar en la penetración aerodinámica, algo que la marca tomó muy en serio, tanto que incluso modificó detalles de la estatuilla “Espíritu del éxtasis” para lograr un CX de 0.25, el mejor en la historia de la marca.
Al contrario de lo que muchos pensarían, bajo ese largo cofre no hay un espacio para guardar cosas, sólo está uno de los motores; de hecho, el más chico de ellos. El mayor va atrás y la suma de sus potencias es de 584 caballos de fuerza y 664 libras-pie de par, lo que lleva las 2.89 toneladas del auto a 100 km/h en 4.5 segundos. No es el eléctrico más rápido. Tampoco el de mayor autonomía, ya que máximo alcanzará los 480 km/h. Pero nadie busca eso en un RR.
Catedral silenciosa
Una de las cosas a acostumbrarse con el Spectre es a acercarse a él desde adelante, ya que sus puertas se abren al revés. Para cerrar la del conductor, basta pisar el freno. Una pequeña palanca en la consola permite cerrar la del lado derecho.
Las cuatro personas que circulen en él viajarán en un ambiente de lujo absoluto, con una calidad de materiales sólo superada por la calidad de marcha, otorgada por una distancia entre ejes de 3.1 metros y una suspensión capaz de absorber las imperfecciones del camino. Sólo baches o topes sobre los cuales se pase a velocidades fuertes, serán percibidos.
Los instrumentos son los tradicionales en la marca, con las concesiones a la electrónica en el cuadro de instrumentos y en la pantalla central. Claro, también asistencias como frenado automático de emergencia y de cambio involuntario de carril.
Todo lo que busca otorgar Rolls-Royce a los privilegiados que puedan pagar los cerca de 7.8 millones de pesos (más opcionales, naturalmente) que cuesta el Spectre, es comodidad. El silencio en su interior sólo no es mayor porque es necesario que el piloto escuche cosas como las sirenas de los vehículos de emergencia. Acelerar es delicioso. Frenar es preciso y firme, sin “lancheos” excesivos. Como el piloto se sienta muy atrás con relación a la defensa delantera, también es necesario acostumbrarse a sus dimensiones en las curvas y al estacionarse.
Sí hay un detalle que me hace preferir el desaparecido Wraith sobre el Spectre, justo lo que le da más refinamiento: el motor. Para mí, la libertad mental de no preocuparme con cargarlo, supera la ganancia en ruidos y vibraciones, que ya eran mínimas.
CT