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¡Oí nomás ese cumbión!

Celso Piña regresa a Guadalajara para bailar con los tapatíos en el C3 Stage, el 3 de agosto a las 20:00 horas; en entrevista, platica de sus inicios y de su actualidad

Sus inicios musicales nada tuvieron que ver con las cumbias, incluso, lo que oía ni siquiera era en español: Jimi Hendrix, The Doors, Janis Joplin, Black Sabbath, ACDC y su amor por The Beatles cautivaron desde temprana edad a Celso Piña. Cierto día, un amigo le recomendó escuchar a Los Corraleros de Majagual, agrupación representante del folclor colombiano, mismos que le embellecieron el oído y plantaron la semilla al “Rebelde del Acordeón”.

El acordeonista mexicano cuenta, entre discos de estudio, en vivo y recopilación, con alrededor de 30 álbumes con los cuales ha tocado en toda América Latina, Europa y parte de Asia, para convertirse en el máximo exponente de un género que toma los vallenatos colombianos mezclados con ritmos tropicales, rock, hip hop y cualquier otra pincelada sonora que lo dote de un sonido transgresor sin igual. No por nada Gabriel García Márquez lo llamó “el gran embajador” de este ritmo.

Previo a la presentación el 3 de agosto en el C3 Stage (20:00 horas), el también llamado “Cacique de la Campana”, platicó con esta casa editorial.

—¿Cómo tuvo su primer acordeón?

—Me lo regalo mi papá. Yo le comenté mi curiosidad por aprender a tocar el acordeón, un día llegó con uno de una sola hilera, pero me sirvió para agarrarle gusto y aprender solito.

—¿Qué lo cautivó del acordeón y qué expresa con él que con otro instrumento no? ¿Cómo defines la relación con éste?

—El sonido que tiene el instrumento me pone la piel de gallina y todas las cosas que se pueden hacer con él me vuelve loco. Al tocarlo, siento cómo fluye la idea desde mi cabeza hasta mis manos, es un sentimiento inexplicable. Es como una extensión de mi mente y aparte de todo me da de comer. ¡Qué más se puede pedir!

—¿En qué momento y cómo llegó la música del vallenato hasta sus oídos en Monterrey?

 —En los años 70, la gente que trabajaba en EU, traía la música que amigos de Colombia compartían, comenzaron poniéndolas en los bailes y fiestas, hasta que los sonideros se encargaron de propagar el género. Subían el Cerro de la Campana (mi barrio en Monterrey), ponían sus cornetas y comenzaba a sonar. Recuerdo que cuando se escuchaba la tumba a lo lejos había baile seguro.

—Fueron varios años de batallar y que la escena de Monterrey lo aceptara, ¿de qué vivía en aquellos años?

—Trabajaba en el área de mantenimiento del hospital infantil en Monterrey. Luego jalé a mis hermanos y a un par de cuates y comenzamos a tocar en fiestas y bares. Más tarde dejé mi trabajo en el hospital para dedicarme de lleno a tocar. Fueron años difíciles, pero a la vez muy divertidos y emocionantes.

—Al crear su “Barrio Bravo” se creó un nuevo sonido mexicano, ¿cómo se dio cuenta de lo que había creado y lo popular que se estaba haciendo?

—Me di cuenta que funcionaba cuando en mis conciertos asistía gente que no veía antes en mis bailes. “Barrio Bravo” fue un parteaguas para saciar mi curiosidad y ampliar mis alcances musicales. Cuando vimos el resultado nos sentimos muy complacidos de dar algo diferente al público y que éste lo aceptara con gusto.

—Antes la música popular era considerada como música sólo para clase baja. Actualmente la cumbia es escuchada y gozada por toda clase de personas, ¿qué opina de esto?

—Me da gusto que la gente no se cierre y pueda disfrutar de todo tipo de música. Los tiempos cambian y la música es música.

—¿En qué se diferencia la cumbia mexicana de la colombiana, villera, sabanera, texana y demás?

—La diferencia se la da la persona o músico que le quiera dar. Son variaciones de un género que es la colombiana, pero con el tiempo y la ubicación geográfica del país donde se genera la variante cambia un poco dependiendo la cultura y bases musicales del intérprete. En mi caso, yo fui el pionero del género en México. Con los años surgieron diferentes agrupaciones que le daban otro punto de vista y movimientos sociales, como la manera de vestir, peinar y la manera de bailar. Se creó una subcultura, como lo que pasa con el urbano hoy en día.

—De sus múltiples colaboraciones ¿cuál ha sido la que más ha disfrutado y con qué artistas le gustaría trabajar en un futuro?

—Todas la he disfrutado mucho, ha sido una gran enseñanza por parte de toda la gente con la que he trabajado. Me gustaría trabajar con Joaquín Sabina, Carlos Santana, Aníbal Velázquez, Alfredo Gutiérrez, entre muchos otros.

—¿Cómo se dio el álbum “Música es música” en conjunto con la Orquesta de Baja California?

 —Ya había trabajado con anterioridad con orquesta y me quedó el gusanito de hacer un disco y show completo. Conocimos al equipo OBC en un viaje a Tijuana y soñando despiertos en unos meses ya estábamos tocando juntos y grabando disco. Las cosas se dan solas, sólo hay que identificar las señales que te da la vida.

—A sus 65 ¿cómo se define a sí mismo?

—Extraordinario.

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