“Cosas que no hacemos” y el reto de crecer
Después de estrenar en el 2016 “Margarita”, su ópera prima documental, Bruno Santamaría regresa al cine hoy -en salas de Cinemex- con su más reciente largometraje
Hoy llega al cine la cinta “Cosas que no hacemos” del realizador mexicano Bruno Santamaría, quien presenta un filme donde muestra el día a día de El Roblito, comunidad rural en Nayarit donde vivió tres años y donde él mismo encontró un camino de crecimiento personal.
El filme también presenta la vida de Arturo, un adolescente que baila, corre y juega con el espíritu libre propio de un niño pequeño. Con su cámara, Santamaría lo sigue de cerca, mientras Arturo reflexiona sobre su identidad de género y se arma de valor para revelar a sus padres un secreto que ha mantenido oculto. Pero, ¿cómo hacerlo en un ambiente impregnado por la violencia y el micromachismo?
En entrevista para EL INFORMADOR Bruno comparte el camino que siguió el filme hasta llegar a salas comerciales: “La cinta estaba programada para ser proyectada en el FICG, pero en marzo se empezaron a cancelar todas las cosas. Teníamos programado el estreno en Guadalajara. Luego iba a estar en Canadá, luego Buenos Aires y Ambulante, todo se vino abajo. Fue el caos, no saber qué iba a pasar. Empezaron a aparecer alternativas virtuales, tomamos ese camino con la película. Al final sí estuvo en el FICG, en una muestra: ya no en competencia porque antes estuvimos en Los Cabos y en el Festival de Guanajuato”.
Sobre la trama que cuenta la cinta, Santamaría señala que: “La historia no fue lo que me movió a hacer la película. La historia apareció mientras hubo un proceso de conocer a unas personas y conocer un lugar. Viví un proceso individual, personal, que al llegar a El Roblito hizo espejo con Dayanara (Arturo). La conocí, hubo una conexión muy fuerte por la represión que estaba viviendo ella. A partir de ese encuentro comenzó a aparecer la historia, las situaciones, los vestidos, los espacios alejados de toda la gente, el silencio. Fue lo que dio pie a que exista ‘Cosas que no hacemos’”.
Agrega que El Roblito es una especie de enclave por su peculiaridad: “Hay algo para mí muy afortunado de El Roblito. Su condición geográfica la tiene lejos de todo, de la atención del Estado y de la gente. Es un oasis de tranquilidad en medio de mucha violencia. De pronto hay accidentes, cuando hay fiestas de adultos que vienen de diferentes pueblos. La vida cotidiana en El Roblito es muy tranquila. Da la sensación de que es un pueblo lleno de niños y niñas. Los niños y niñas son tremendos, pero es una molestia que no quita la sonrisa. Es un espacio marginal, en relación a la explotación laboral, en relación al agua potable, no hay, y en relación a la violencia es una especie de oasis”.
Sin duda, “Cosas que no hacemos” le dejó evolución y aprendizaje a Bruno en la manera de abordar sus proyectos: “No solo busco filmar una película… No solo contar una historia; sino vivir una experiencia, conocer a otras personas para que el retrato que hagamos sea rico y completo, no solo que parta del prejuicio que tenemos los que contamos las historias con el cine. Para mí es muy importante desde ‘Margarita’, ahora más: que no solo sea filmar, sino estar, convivir, exponerse. No es fácil, porque da miedo. Pero lo importante es tratar de estar ahí y construir una historia a partir del encuentro de quienes hacemos la película detrás de cámaras y quienes le hacen frente a la cámara”.
A la par de su actividad como director con dos largometrajes documentales, Burno ha trabajado como cinefotógrafo, con más de una decena de producciones. Actualmente prepara otra producción propia: “Tengo una beca del Fonca, de Jóvenes Creadores. Espero terminar de escribirlo este año y empezar a levantar el desarrollo el siguiente año”, finaliza.