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La fuerza acompaña a George Lucas y a Mohammad Rasoulof en Cannes

Los contrastes de la libertad de expresión y la represión contra el arte se pudieron sentir ayer en el festival de cine

La jornada de ayer en Cannes estuvo llena de emociones, pues mientras GeorgeLucas realizó un repaso de su carrera y platicó cómo la formó gracias a la libertad creativa de la que disfrutó, el director iraní, MohammadRasoulof, presentó su nuevo filme tras huir de su país donde fue condenado a ocho años de prisión.

La jornada se engalanó con Lucas, quien ofreció una rueda de prensa donde se describió como un tipo “cabezota” al que no le gustaba que le dijeran cómo hacer sus películas. El director pertenece a una generación de realizadores que transformó a Hollywood porque, a diferencia de los estudios, a ellos no les importaba el dinero.

“Para ser honestos, no estábamos interesados en hacer dinero, estábamos interesados en hacer películas, era la gran diferencia”, explicó sobre la época en la que un “grupo de amigos” -él, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Steven Spielberg, entre otros- se abrían paso a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, a fuerza de pasión por el cine y pese a los “no” de la industria.

A sus 80 años y retirado desde hace una década, el creador de “StarWars” es uno de los grandes invitados de la edición 77 del Festival de Cannes, que hoy le entregará la Palma de Oro de Honor durante la ceremonia de clausura del certamen. El sentimiento que tiene es “nostálgico, pero es un gran honor”, dijo, porque a pesar de contar con “muchos fans”, él no ha hecho “la clase de películas que ganan premios”, según expresó ayer en una charla pública en la que, en conversación con el periodista francés Didier Allouch, repasó toda su carrera. 

Corredor de carreras frustrado

Lucas venía de una “pequeña ciudad del centro de California” (Modesto) en la que sólo había dos cines -tenía que conducir hasta San Francisco para ver las películas artísticas que le interesaban-, y no le había ido muy bien en el instituto.

Llegó a la universidad en un momento en el que apenas había escuelas de cine y empezó a estudiar la rama de la fotografía tras haber renunciado, según rememoró, a su pasión por las carreras de coches que luego plasmaría en “American Graffiti” (1973).

“Mi primer pensamiento fue ‘quiero hacer eso, carreras’”, compartió en Cannes, pero su sueño se truncó con un grave accidente a una semana de terminar el instituto. 

“Ahí es cuando me di cuenta -señaló- de que no era tan buen conductor y, en las carreras, si no eres bueno, es mejor dejarlo”.

Pero el realizador habló sobre todo de cine y de cómo peleó para lograr terminar sus primeras películas, incluidas las de “StarWars”, y sin renunciar a hacerlas como él quería. Una buena muestra fue “American Graffiti” (1973), un filme sobre el que en la primera previsualización le dijeron que era “horrible” y que no daba la talla para ser mostrada en los cines, a pesar de que en las butacas el público se volvía loco con ella como si estuvieran en un concierto de rock. 

A base de persistencia, el factor que él considera más importante en su carrera, acabó logrando que subiera a la cartelera y sólo el primer fin de semana consiguió una taquilla de 25 millones de dólares, un grandísimo éxito en la época. Luego, “se quedó en los cines por un año”, recordó.

“La gente que fundó Hollywood y los estudios se estaban retirando porque eran los sesenta. Se estaban yendo y los estudios estaban siendo comprados por empresas como Coca-Cola”, evocó, y como no sabían cómo hacer películas empezaron a contratar a los jóvenes apasionados que empezaban a salir de las escuelas de cine. “Poco sabían ellos...”, bromeó.

 

 

“Star Wars”, una película para niños

El éxito de “AmericanGraffiti” le abrió las puertas para hacer otra historia que tenía en cartera: una odisea espacial fantástica que no sólo se convertiría en historia del cine, sino en parte de la vida de legiones de admiradores en todo el mundo.

“Es una película para niños, siempre ha sido una película para niños”, puntualizó Lucas, tras haber recordado como él mismo y su abogado redactaron un contrato visionario que les permitió quedarse con los derechos de las licencias para productos de promoción.

Era algo que no se hacía entonces, explicó, porque se tardaba más en hacer un juguete que una película y los estudios ni siquiera pensaban en ello.

Pero en “Star Wars” no sólo se convirtió en una mina de oro. Los carteles y camisetas que su equipo se dedicó a repartir por convenciones de admiradores de la ciencia ficción (por ejemplo, de “Star Trek”), fueron cruciales para el éxito de la saga, ya que el estudio (20th Century Fox) apenas la promocionó.

Sobre la venta de su compañía, Lucasfilm, a Disney en 2012, el realizador habló sin remordimientos aunque en las nuevas películas de “StarWars” se hayan perdido algunas de sus ideas originales: “Es lo que pasa cuando lo dejas ir, si renuncias a ello, renuncias a ello”.

También habló sobre su faceta como productor -en filmes como la saga “Indiana Jones” o “Kagemusha” (Akira Kurosawa)- y de su primer paso por Cannes, con “THX 1138” (en 1971, en la Quincena de Realizadores). 

Fue un viaje costeado de su propio bolsillo, recordó, en el que se perdió su propia rueda de prensa porque nadie le contó que tenía una programada. 

Con información de EFE

El director iraní Mohammad Rasoulof sostiene un retrato del actor, también iraní, Missagh Zareh (izquierda) y de la actriz iraní Soheila Golestani (derecha), después de la proyección de la película “La semilla del higo sagrado”. EFE

Da un grito de libertad 

Por su parte, hace poco más de dos semanas, el cineasta Mohammad Rasoulof fue condenado en Irán a ocho años de prisión por tratar de cometer “crímenes contra la seguridad de su país”. Tras huir de su nación, ayer desfiló por la alfombra roja de Cannes en un ejercicio de libertad largamente aplaudido. 

Rasoulof huyó de su país en un viaje a través de las montañas, como él mismo mostró en un vídeo en Instagram. Llegó a Alemania y desde allí viajó a Francia, donde pudo reunirse con su hija, Baran, que vive en París. 

El cineasta y su hija posaron ante los fotógrafos y las cámaras en la alfombra roja y después Rasolouf se hizo acompañar por la actriz Golshifteh Farahani, que también huyó de Irán, hace quince años, tras ser acusada de cooperar con la CIA.

Durante su paso por la alfombra el cineasta portó dos fotos con las imágenes de Soheila Golestani y Missagh Zareh, los protagonistas de “The seed of the sacred fig” -la película que presentó ayer en Cannes-, quienes siguen en Irán y están amenazados por haber colaborado con él. 

Con una enorme sonrisa Rasoulof pasó por la alfombra roja con los miembros de su equipo que han conseguido llegar al festival, entre los que estaban Mahsa Rostami o Setareh Maleki, mientras no paraba de mostrar las fotografías de Golestani y Zareh. Fue una sonrisa que sólo se le borró cuando se emocionó ante la larga ovación que le dedicaron dentro del Grand Théâtre Lumière los asistentes a la proyección de gala de su filme, que hoy presentará a la prensa. 

Ganador del Oso de Oro de Berlín por “La vida de los demás” (2020) o del premio Una cierta mirada en Cannes con “Lerd” (2017), Rasoulof siempre se había negado a abandonar su país y todas sus películas fueron realizadas allí; pero “no quería volver a la cárcel”, como señaló ayer en declaraciones al diario francés Le Monde.

“Ya estuve antes. Estuve en régimen de aislamiento durante 40 días en una habitación tan grande como este sofá. Luego en celdas no mucho más grandes”, explicó.

Y aunque no hubo tortura física, “lo evitan con las personas que tienen acceso a los medios”, sí sufrió otros castigos. “Como no dejarte ir al baño durante horas, lo que significa que no te atreves a comer ni beber...”, precisó.

En su estancia en prisión, el cineasta vio a gente a la que le habían cortado los dedos porque es una pena contemplada por la ley islámica para los ladrones.

Pero inmediatamente después envían a los presos al hospital para que se los trasplanten de nuevo.

Al llegar a Cannes, Rasoulof quiso mostrar su apoyo “a todos los artistas en todo el mundo que sufren violencia y represalias por la expresión de su arte”, en una declaración facilitada por el festival.

El pasado 8 de mayo, un tribunal revolucionario iraní condenó a Rasoulof a ocho años de prisión, latigazos y la confiscación de sus propiedades por el delito de “colusión con la intención de cometer crímenes contra la seguridad del país”.

“El motivo principal de esta sentencia es la firma de comunicados y la realización de películas y documentales que, de acuerdo con el tribunal, son ejemplos de colusión con la intención de cometer crímenes contra la seguridad del país”, según explicó entonces el abogado del cineasta, Babak Paknia. 

CT

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