Alberto Cortez se queda “En un rincón del alma”
El mundo despide al músico argentino que quiso devolver la poesía al pueblo y cuyo propósito fue cantar, “porque no tengo otro remedio”
La poesía, el mundo de la canción de autor y el de la música latinoamericana en general entonó al unísono “Cuando un amigo se va” en despedida y homenaje a su autor, el cantautor argentino Alberto Cortez, fallecido a los 79 años de edad en un hospital de Madrid.
El también compositor de otros temas míticos de la música en español como “En un rincón del alma”, “Distancia” o “Callejero” murió ayer en el hospital HM Puerta del Sur de la localidad madrileña de Móstoles, debido a unas úlceras gástricas cuyo tratamiento se complicó, informaron fuentes próximas al artista.
La capilla ardiente se instalará hoy, desde las 17:00 horas a las 21:00 horas (tiempo local), en la sede de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), de la que era socio desde 1966 y donde tenía registradas 438 obras.
Pese a su edad y los múltiples achaques acumulados, Cortez no había abandonado su carrera. De hecho, según las mismas fuentes, tenía compromisos en Puerto Rico, en República Dominicana y en México, tras concluir a finales de 2018 otra gira, y preparaba un nuevo disco con temas diferentes al que fue su último espectáculo, “Boleros”.
“Canto porque no tengo otro remedio”, declaró hace cinco años sobre su resistencia a la jubilación, en una entrevista en la que se tomó con humor el número de veces que la “rumorología” había acabado con él: “Son tantas las veces que me han matado que, ya ven, lo han hecho tan mal que aquí sigo muy vivo, y sin retirarme”.
Cortez, que no tenía hijos y vivía desde hacía 40 años en la misma urbanización de Madrid, nació el 11 de marzo de 1940 bajo el nombre de José Alberto García Gallo en la localidad argentina de Rancul, donde desde ayer cuelga la bandera nacional a media asta.
Según consta en “La vida”, biografía de más de 500 páginas escrita por Laura Etcheverry, compuso su primera canción a los 12 años cuando descubrió el erotismo, “Un cigarrillo, la lluvia y tú”, y a los 20 tomó un barco rumbo a Europa tras los pasos de grandes maestros de la música popular, en especial de Jacques Brel.
En Europa fue también donde grabó su primer disco, “Welcome to the Latin Club” (1961), al que seguirían más de cuarenta trabajos en los que música y poesía se ligaron sin costuras, siguiendo su premisa de que la primera era la manera de acercar la segunda “al pueblo... de donde nunca debió salir”, añadía.
Tras su paso por Bélgica, donde conoció a su esposa, la pintora belga Renée Gevaert, instaló su residencia en España, donde participó en el Festival de Palma de Mallorca con la canción “Me lo dijo Pérez” y donde en 1967 protagonizó un concierto sin micrófonos en el Teatro de la Zarzuela de Madrid que resultó fundamental en su carrera.
En los ochenta, consolidada su carrera musical, realizó diversas giras por Chile, Perú, Colombia, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y Estados Unidos, donde tuvo la oportunidad de cantar en el célebre Carnegie Hall de Nueva York.
En 1992 celebró sus 25 años como cantante con un concierto en el Teatro Colón de Buenos Aires y dos años después presentó un espectáculo con su amigo Facundo Cabral llamado “Lo Cortez no quita lo Cabral”, una puesta en escena que recorrió México, España y Argentina.
Cuatro discos llegó a grabar con este también filósofo argentino y su asesinato en Guatemala en 2011 representaría un duro impacto para Cortez, como lo había sido el fallecimiento de su padre, en cuyo honor escribió “Cuando un amigo se va”, que se convirtió en pieza imprescindible de funerales y despedidas.
Destacado miembro de la influyente generación de cantautores de finales de los años 60 y 70, amén de premio Grammy a la Excelencia artística en 2007, en su última etapa reprochaba a la industria discográfica que se desentendiera de “los viejos carrozas”.
Fue galardonado con la Medalla de Plata en el New York Film Festival de Estados Unidos (1980), como “Cantante extranjero más popular” en Cuba (1982) y con la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en España.
EFE
Su música construyó poemas de lo cotidiano
La amistad, la vida de los perros callejeros, la muerte de un amigo, cómo los adolescentes dejan sus hogares y la añoranza hacia sus orígenes, fueron entre otros los temas cotidianos que el poeta Alberto Cortez convirtió en himnos.
Aunque comenzó a escribir canciones desde los 12 años, fue hasta 1961 cuando publicó su primer disco “Welcome to the Latin Club”, que incluyó 12 temas tanto en inglés como en español. Destacan “Mañana”, “Amapola”, “April in Portugal”, “La paloma” y “Oh - Mari”.
En su larga trayectoria, Cortez consiguió cuatro Discos de Oro y fue conocido como “el cantor de las cosas simples”; Alberto Cortez destacó por su estilo desgarrado, intenso y belleza poética.
De una sensibilidad envidiable, tocó corazones con temas como “Carta a mi viejo”, en la que le cuenta a su padre las cosas que le habían pasado en el tiempo que había estado lejos de casa, y “Callejero”, canción que se basa en la vida de un perro de la calle.
Pero no sólo los perros fueron su inspiración, también las cigarras, insectos que fueron motivo para la creación de “La canción de las cigarras” y “A partir de mañana”.
Como buen poeta que retrata la cotidianidad de la vida, también añadió contenido social a sus temas, como en el caso de “Instrucciones para ser un pequeño burgués”.
Cortez y Cabral
Cortez trabó amistad con grandes figuras de la industria musical; sin embargo, la más estrecha la tuvo con el cantautor argentino Facundo Cabral, con quien grabó el álbum “Lo Cortez no quita lo Cabral”.
La unión de talento entre ambos enlazó humor y poesía, y con los éxitos de ambos recorrieron el mundo entero a través de una gira en la que era imprescindible escucharlos cantar “No soy de aquí ni soy de allá” y “Cuando un amigo se va”.
Al lado de Cabral también era común oírlo interpretar “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”, en el que se hace alusión a que el dinero no da la felicidad.
Además de cantar, José Alberto García Gallo, por su nombre real, escribió las obras literarias: “Equipaje” (1977); “Soy un ser humano” (1985); “Almacén de almas” (1993), y “Por los cuatro costados” (2007).
Y su desenvolvimiento no solo fue sobre el escenario, también frente a las cámaras, participando en las películas “Los éxitos del amor”, de Fernando Siro, y “Ritmo a todo color”, de Máximo Berrondo.
Canciones para recordar al cantante argentino
- “Me lo dijo Pérez” (1965). Con esta canción participó en el Festival de Palma de Mallorca.
- “Cuando un amigo se va” (1969). Cortez aseguraba que su mejor amigo siempre fue su padre. A su muerte, en 1963, plasmó su tristeza en una balada que algunos llegaron a considerar “una de las tres mejores canciones en castellano del siglo XX”.
- “El abuelo” (1969). Cortez rememora una historia de ida y vuelta en la relación con su abuelo emigrante.
- “Distancia” (1970). Incluida en el álbum del mismo título, años después volvería a grabar junto a Mercedes Sosa esta pieza llena de melancolía.
- “Mi árbol y yo” (1970). Un árbol, que representa el valor de la amistad, sirve de espejo en el que se refleja la historia de toda una vida, desde la pérdida de la inocencia hasta la valoración de una amistad sincera.
- “Camina siempre adelante” (1971). Cuando tenía doce años, se marchó de casa para estudiar y en esta canción recuerda los consejos que le dio su padre cuando se despidió para dedicarse a la música.
- “En un rincón del alma” (1971). “Seremos muy felices, no te dejaré nunca, siempre serás mi amor”, entonaba Cortez en su himno al amor perdido, tema que interpretó a dúo con María Dolores Pradera y versionaron Chavela Vargas o su gran amigo Facundo Cabral.
- “Nanas de la cebolla” (1972). Cortez, que exaltó a Lorca y a Machado en su obra, musicó también este célebre poema de Miguel Hernández para el disco monográfico que Joan Manuel Serrat dedicó al inmortal poeta español.
- “Callejero” (1973). Con esta canción homenajea la muerte de Fernando, un perro callejero que vivió en la ciudad de Resistencia (Argentina), donde frecuentaba bares y conciertos, y retrata a aquel animal “fiel a su destino y a su parecer”.
- “Castillos en el aire” (1980). Cortez no descubrió la música hasta que se matriculó en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, de donde claudicó para dedicarse a su pasión y comenzar una gira que lo llevaría por todo Europa.